miércoles, 31 de octubre de 2007

Sami


"Lanas Sami". Así se llamaba la tienda. Creo que ahí debe empezar la historia. Cuando su madre abrió la tienda de lanas.

Conocía a la familia del barrio, claro. Que fueran evangélicos (en 1979, algo realmente exótico), que su padre fuera pastor de su iglesia (y compañero del mío en Astano y en Vieiro), que sus hermanos fueran sindicalistas, que sus hermanas mayores me hubieran "adoptado" para protegerme cuando llegué al instituto (eran chicas de COU, imponían respeto), era más que suficiente como para que, aún encima, su madre abriera una tienda de lanas. ¿Sami? ¿Por qué Sami?. El nombre del pequeño de la familia, Samuel, Sami... el pequeño entre ocho hermanos. Dos años menor que yo, más o menos. El más cariñoso de todos los hermanos y el más conocido en el barrio. Tenía síndrome de Down.

A raíz de la apertura de la tienda, les conocí mucho más. Es lo que tiene que tu madre sea una tejedora compulsiva. Y comenzó mi historia de amistad con Esther. Y con Sami.

Esther debe tener un año más que yo. Las que hablaban conmigo eran sus hermanas mayores. A ella la controlaba como de lejos, en el instituto. Era la típica persona que conoces mucho de vista, y a la que te da muchísima vergüenza dirigirte porque sabes quién es, la has visto actuando con su grupo de teatro, A Carauta, mientras tú te mueres de envidia en el patio de butacas, conoces a su familia y... no te atreves a dirigirle la palabra porque te da que te va a ignorar. Quizás influía su apariencia seria; el caso es que durante mucho tiempo me infundía una especie de respeto raro.

Pero cuando los del Centro (una especie de asociación cultural del barrio) me dijeron si me animaría a montar un grupo de teatro, me acordé de ella y de su experiencia con A Carauta y me atreví a hablarle. Eso fue en el verano de tercero de BUP a COU. Y fue el principio de una bonita amistad.

El grupo duró poco. Había poca gente animada y, además, mi profesor de Matemáticas en COU tomó la fea costumbre de ir suspendiéndome evaluación tras evaluación (lo que no era capaz de entender: las recuperaciones las sacaba bien sin estudiar de nuevo). Y, de hecho, se tomó la molestia de hablar con mi madre para indicarle que era una lástima que un talento como el mío (?) se dispersara en actividades como el teatro, sin ningún tipo de futuro ni de beneficio profesional (??). Mi madre acabó prohibiéndome lo del teatro... paso de explicaros la pataleta, ya que supongo que os la imagináis.

Pero Esther y yo ya nos habíamos hecho amigas. Quizás nuestra mejor época fue el verano del 83. Yo había decidido dejarme los estudios de Industriales y pasarme a Informática, así que el verano fue largo... me lo dejé a mitad de los exámenes de Junio y, comprenderéis, no tenía nada que preparar para Septiembre. Al novio, lo tenía en la mili.. pasamos juntos tres semanitas, pero luego se volvió al cuartel, en Cádiz.

Y se instauró una rutina muy simple. Después de comer, me iba a casa de Esther, hacíamos café, poníamos la tele... primero el episodio de Galáctica y luego un programa nuevo, con un formato novedoso, una especie de revista televisiva presentada por un chico que empezaba, un tal Pepe Navarro: La tarde, con su sintonía de Vangelis... A eso de las 6 y media, bajábamos a Perlío, a tomar algo al Xangal. Lo normal era que estuvieran allí Quinti y Suso y acabáramos jugando unas partidas interminables al tute por parejas. O competiciones increíbles de solitarios... llegué a conocer unos veinte tipos de solitarios distintos. Sobre las nueve, a casa a cenar. A veces se salía de noche; a veces, no.

Pero el rato bueno de verdad, era el rato de estar en casa. Discusiones eternas (Serrat vs. Sabina vs. Aute vs. Silvio Rodríguez... ), soflamas politicoides, intercambio de puntos de calceta, de libros, de cómics... chistes, chismes, historias, historietas... Y allí con nosotras, Sami.

Sami, que siempre sonreía y que ese verano empezó a afeitarse. Sami, que prefería a Pablo Milanés antes que a Silvio Rodríguez porque tenía el pelo rizado (¿cómo diantres le llamaba al pelo rizado? llevo días intentando recordarlo..). Sami, que me decía que yo era guapa porque tenía el pelo rizado como Pablo Milanés y que me regaló un pañuelo de encaje que pidió todo serio a su madre porque quería que fuera su novia...

El mismo Sami que me sonrió toda su vida, incluso cuando la distancia, el hecho de estar estudiando en Valencia, estaba enfriando mi relación con Esther y su familia. El mismo Sami que me miró con tanto respeto y todo serio el día que se dio cuenta de que estaba embarazada y me dijo "¿... vas a ser una mamá?". El mismo Sami que ponía cara seria cuando sus propios sobrinos lloraban porque se habían caído (o por cualquier otra cosa) y se sentía inquieto por no saber consolarles. Y que reía contento cuando le preguntabas por su trabajo.

Ese mismo Sami, el día que mi madre me dijo que había muerto. Una meningitis no detectada a tiempo. Fue absurdo, una enfermedad de niño en un cuerpo adulto. Fue ingrato, fue una hipocresía... su madre había muerto un par de años antes, su padre hacía unos meses y me harté de oír el comentario "... está mejor en el cielo, con sus padres".

Hipócritas. O ignorantes. Nadie va a decir de mí esa barbaridad, que estoy mejor muerta, en el cielo con mis padres. Pero no sabemos qué hacer con los niños, no sabemos qué hacer con los viejos, no sabemos qué hacer con los minusválidos, no sabemos que hacer con la gente distinta... signifique distinto lo que sea que signifique.

Sami estaba mejor aquí, con nosotros, disfrutando de tantas cosas que le hacían reír y haciéndonos disfrutar. Y nosotros estábamos mejor con Sami aquí.

No sabemos qué hacer con la gente con síndrome de Down, igual que no sabemos qué hacer con la gente que va en silla de ruedas, o que es ciega, o que es vieja o que... Recuerdo un artículo de Juan José Millás sobre un chico con síndrome en Barcelona, de una época en que su periódico le ofreció convertirse en la sombra de distintos personajes. Acababa con una reflexión muy dura, tras constatar cómo disfrutaba este chico con su trabajo, con su vida, como tenía hasta el puntito de mala leche necesaria para sacar partido a su enfermedad cuando le interesaba "quedarse" con la gente "normal": "Resulta cuanto menos estúpido que en este país una mujer sea libre de abortar cuando le dicen que su hijo va a ser como él y no pueda hacerlo cuando le puede tocar un hijo como yo".

De Sami, de Esther, de todo lo que me enseñaron con su amistad, de todo lo que aprendí gracias especialmente a él, me acordaba el otro día al leer esta noticia: Venden una muñeca con síndrome de Down.

Un beso, Sami. Espero que te hayas repuesto del desengaño, cuando te confesé que tenía el pelo rizado por culpa de una permanente...

domingo, 28 de octubre de 2007

... going up instead of walking in circles



I was continuing to shrink, to become...what? The infinitesimal? What was I? Still a human being? Or was I the man of the future? If there were other bursts of radiation, other clouds drifting across seas and continents, would other beings follow me into this vast new world? So close - the infinitesimal and the infinite. But suddenly, I knew they were really the two ends of the same concept. The unbelievably small and the unbelievably vast eventually meet - like the closing of a gigantic circle. I looked up, as if somehow I would grasp the heavens. The universe, worlds beyond number, God's silver tapestry spread across the night. And in that moment, I knew the answer to the riddle of the infinite. I had thought in terms of man's own limited dimension. I had presumed upon nature. That existence begins and ends is man's conception, not nature's. And I felt my body dwindling, melting, becoming nothing. My fears melted away. And in their place came acceptance. All this vast majesty of creation, it had to mean something. And then I meant something, too. Yes, smaller than the smallest, I meant something, too. To God, there is no zero.

I still exist!


viernes, 26 de octubre de 2007

¡Tierra!


Me quedo colgada mirando la Luna, sueño con recorrer los desiertos rojos de Marte, me duermo soñando que me deslizo por los anillos de Saturno o tocando una a una las estrellas que brillan sólo para alegrarnos las noches...




http://www.loveearth.com/es/


... pero este pedrusco azul que nos estamos cargando es único. Es mágico. Y no es nuestro: formamos parte de él.

jueves, 25 de octubre de 2007

Correr


Ayer fui a correr. Hoy me está pasando algo de factura... en honor a la verdad, creo que la culpa es más de ir arrastrando una bolsa de deportes más grande que yo, que del propio entrenamiento.

No me gusta mucho correr. Este año me he aliado con un compañero: a él no le entusiasma nadar, pero le gusta correr. A mí no me entusiasma correr, pero me encanta nadar. Y nos hemos apuntado juntos a natación y a atletismo. Esperemos que la simbiosis produzca el efecto deseado (engancharnos los dos en lo que no nos emociona) y no el nocivo (¡pasar los dos de todo!).

Así que, allá fui ayer. Estoy contenta. Es muy posible que llevara desde Marzo sin correr. Y nunca se me ha dado muy bien. Pero la entrenadora dijo que media hora rodando para calentar. Me lo vi cuesta arriba, pero dije "¿Y por qué no?".

Empezamos. Éramos este compañero y yo, solos, al principio; en la siguiente vuelta se enganchó otro. En la segunda, otros dos. Hicimos cinco vueltas todos juntos; es muy agradable ir rodando con amigos, charlando de tonterías y riendo. Pero llega un momento en que cada cual ha de saber cómo debe correr si quiere cumplir su objetivo.

Has de centrarte, encontrar tu ritmo. Si sigues con ese grupo, te puedes quemar. Se fueron, poco a poco, y seguí corriendo sola. Has de dejar de buscar referencias fuera de ti misma. Dejar pasar al grupo de los profesionales, esos que ya están pensando en la próxima maratón, sin que te arrastren (cada vez que me adelantan, me concentro en mirar la punta de mis propias zapatillas, no debo perder mi propio ritmo). Saludar a un grupo de descolgados, que han empezado algo más tarde que tú y van bastante más alegres; pero no dejarse arrastrar (no debo perder mi propio ritmo). Tienes que saber cuál es tu objetivo, cómo quieres conseguirlo y cómo administrarte para lograrlo (no debo perder mi propio ritmo).

Y es agradable. Es algo más aburrido, porque corres sola. Pero, al mismo tiempo, es un tiempo que puedes aprovechar para observarte, para conocerte, para saber hasta donde estás dispuesta a llegar. Y sí, es un reto mantener ese ritmillo sin que nadie te obligue, sólo tú misma, para cumplir ese objetivo. Y también, por qué no, es agradable imponerte un reto y notar que el cuerpo responde... hay algo animal en sentirte satisfecha con tu propio esfuerzo físico.

Antes de empezar, la monitora nos había pasado un cuestionario. Hábitos, horas de entrenamiento a la semana y expectativas ante el entrenamiento de este año. Creo que puse "mantener el punto de forma y disfrutarlo". No me parecen malos objetivos: observarte, conocerte, ver tus límites y buscarlos, explorarte, disfrutar...

Hmmm... seguía hablando de correr, ¿verdad? Es posible que me guste más de lo que creía.



(... estás resultando ser una mala influencia, llevo unos días con Jackson Browne en la cabeza por tu culpa.)

lunes, 22 de octubre de 2007

Las cuerdas locas


Estiró el brazo, se puso de puntillas y voló... bastaba con creer a las mariposas y escucharlas, creer en la canción que murmuraban en voz tan baja. Bastaba con ignorar el ruido, el humo y los malos olores.

Romper los telones negros y arriar las cortinas que tapaban el ventanal. Abrir el pecho y dejar que salieran esos lemmings liantes que rondaban sus costillas.

Bastaba con acordarse de que se debe respirar con el estómago y bastaba con agradecer el sabor del agua, el olor del agua, el color del agua. Bastaba con buscar otro significado a insípida, inodora e incolora.

Pelear contra el dragón que te cierra los ojos. Brindar con ese hipopótamo que te invita a retozar en su charca y aprender a tomar el sol perezosamente.

Bastaba con saber tirar el lastre y desechar los papelotes que sobran. Bastaba con reconocer la letra en la que se escribió en su día la receta del pastel de chocolate. Bastaba con cocinarlo.

Rasgar la niebla con carcajadas y pisar los trocitos que caigan (¿no oyes? hacen crissss, criss, crissss...). Rellenar con algodón los agujeros y usarlos como hamacas.

Bastaba con querer.


Y quiero.

Quiero amarrarme a la ilusión. Despilfarrarla para tener cada vez más. Liarme, enmarañarme con esas mariposas y estar así más libre. Y volar con los pies en el suelo. Olvidar para tener siempre presentes las cosas que merecen la pena. Y llorar de risa.

No en vano tuve que matarme para seguir viva :-)

domingo, 21 de octubre de 2007

Historias sin comida (ni bebida)


El otro día estaba contando una historieta de cuando niña, en la que mi abuelo intentaba consolarme de un castigo de mi madre con un pastel de cabello de ángel (postre que odio, por cierto), cuando me echaron en cara que contaba demasiadas historias relacionadas con comida y bebida.

Es muy posible que sea así. Para bien o para mal, la bebida desinhibe y consigue que mucha gente haga cosas que no haría normalmente... casi estoy por decir que consigue que la gente haga las cosas que yo hago normalmente. También es posible que esto haga que las historias sean algo más escandalosas y se recuerden mejor que las otras.

Y, en cuanto a la comida, ¡soy gallega!. Y no sé por qué, pero hay una extraña y legendaria relación entre nuestra cultura y la comida (y, claro, la bebida... pero eso iba aparte). En palabras de un amigo que se vino a pasar unos días a mi pueblo, "Llevo una semana en Galicia y, desde que he llegado, no hacemos más que comer o hablar de comida..."

Pero el caso es que a raíz del comentario, me quedé pensando en mi abuelo. Ya he hablado de él, pero le he hecho poca justicia. Desde luego, releyendo esa entrada, y alguna otra en la que le menciono, no creo que quede claro el nivel de complicidad que teníamos, ese que provoca que cada vez que pienso en él se me tenga que escapar un suspiro y una sonrisa.

Ya he comentado que me dejaba jugar con sus libros de pintura sin temor a que los rompiera. Seguramente, sea aún más revelador el que os cuente que mis muñecas preferidas para jugar en su casa eran dos figuras de porcelana. Una era una dama de época, con un vestido granate, largo, escotado y una cinturita de avispa de esas que tienes miedo que se rompa. Y la otra, que heredé y con la que aún juego cuando voy a casa de mi madre, es de una niña que juega a la pelota con un perrillo. Dependiendo del día, eran madre e hija o la reina y una dama de compañía o mis dos amigas del colegio...

Sufría algo más cada vez que pillaba por banda su mueble radio y jugaba con él como si fuera un piano. Veréis, es que era un mueble enorme, con radio y creo que tocadiscos también. Era más alto que yo y de ancho abultaba como cuatro veces más. Tenía un tapa superior que, cuando la levantabas, permitía acceder al tocadiscos y dejaba al aire el sintonizador y los altavoces. El tocadiscos ya no iba y la gracia, desgracia para mi abuelo, era que el frente estaba todo ocupado por teclas blancas que servían para recordar presintonías. Y tal y como estaban dispuestas era difícil resistirse a la tentación de sentirse Mahler o Chopin por una tarde... Y allá me iba yo, a aporrear la teclillas... que, por cierto, estaban durillas.

Pero hay sobre todo dos historias que reflejan su abuelidad. Dejadme que me invente esa palabra, intentando reflejar ese tipo de relación que, seguramente, todos los padres desearíamos tener con nuestros hijos pero que sólo se puede permitir uno con los nietos. Por aquello de malcriarlos y otras zarandajas sociales.

En la entrada que referenciaba antes, ya comentaba que las tardes de los fines de semana éramos dos vagabundos en busca de un rincón que pintar, recorriendo el valle de Perlío o el camino del Regueiro. Y que yo, a veces, me aburría mientras él pintaba... y, entonces, empezaba a aburrirle a él con mis juegos. Una tarde decidí llevar mi Nancy y una caja llena de vestidos para jugar sin molestarle. Mi madre me riñó cuando vio la cantidad de ropilla que estaba metiendo en la caja, que iba a rebosar. "Perderás algo y no te compraré ningún vestido más de la Nancy..." Yo, claro está, me ofendí toda y le dije que de eso nada.. Aunque me dejó inquieta, porque me había señalado el peor castigo que podría infligirme por aquella época. Salimos mi abuelo y yo, encontramos el rincón que decidió pintar ese día. Yo vi una murallita cercana y me puse a jugar. Cuando abuelo acabó, recogí y volvimos a casa. Metí la ropa de la Nancy en su sitio. Era sábado.

Al día siguiente hice el descubrimiento horrible. Faltaba una falda larga de terciopelo morado. Cuando salí con abuelo por la tarde se lo dije. Volvimos al sitio en el que habíamos estado el día anterior... removimos piedras, tablas, rebuscamos en arbustos... nada. Volví a casa con mi cara más larga y más triste, sin atreverme a contar a mi madre lo que había pasado. Pero mi abuelo encontró la solución, acudiendo en mi ayuda cual séptimo de caballería: me compró el mismo modelito, falda y blusa (no lo vendían por separado), para que pudiera hacer pasar la falda nueva por la que había perdido.

No, no os imaginéis el final, porque el final vino como dos años más tarde. Claro, por supuesto que le di tantos besos como pude, por supuesto que volvimos a juramentarnos como los compinches que éramos... pero la historia acabó meses después de que él muriera. El buen día en que las amenazas de mi madre crecieron en intensidad y me hice al ánimo de limpiar bien y recoger la cómoda de la ropa... una cómoda en la que yo ocupaba cinco cajones, y mi Nancy uno. Al sacar los cajones para limpiar mejor, arrugada y aplastada en una esquina, apareció la falda de terciopelo morado, la misma que nunca había perdido en la calle; sólo la había perdido en el caos de mi propia habitación. La recogí y empecé a llorar. Fui adonde estaba mi madre y le conté toda la historia a trompicones. Ella se calló, se fue a su habitación y volvió con la blusa a juego... la blusa a juego con la falda que mi abuelo había comprado cuando pensamos que había perdido ésta y que mi madre encontró cuando recogió la casa de mi abuelo después de su muerte. Lo sabía todo, pero ella también quería a mi abuelo. Y supongo que también a mí. Y que no tuvo fuerzas para romper nuestro secretillo.

¿Había dicho dos historias, verdad? La segunda es más simple. Y la atesoro como el mayor cumplido que nunca me han dirigido. Quería dibujar caras y siempre tropezaba con la nariz; vamos, que no había manera de conseguir algo que no pareciera un boniato, ni de frente ni de perfil. El caso es que me dediqué a observar cómo Purita Campos resolvía esto en los cómics de "Esther y su mundo" y un buen día me decidí a llevarlo a la práctica. Estaba en su casa y emborroné un par de papeles antes de quedar satisfecha con el resultado. Fuí corriendo a enseñárselo, que para eso era el experto de la familia. Le dije que se fijara, que qué bien me había salido por haber aprendido de lo que había visto en el Lily... y se quedó muy serio mirando para mí y me dijo: "¿De verdad crees que lo que has expresado ahí has podido aprenderlo de algún sitio que no seas tú misma?"

sábado, 20 de octubre de 2007

Waiting on the sun


Echó un vistazo de reojo a la mesa, comprobando que no quedaban migas de pan, y siguió fregando la cacharrada del desayuno. El gato, como siempre, se había acurrucado a sus pies. Le gustaba la sensación de esa bola peluda y cálida a través de las zapatillas y del pantalón del pijama. Aunque a veces se le escapara algún moridisquillo y tocaba reñirle...

Al acabar y cerrar el grifo, miró de nuevo a la puerta. Seguía cerrada. Recordaba la primera vez que se había encerrado; no contaba con ello y le había pillado desprevenida. No sabía qué hacer, ni siquiera sabía si tenía que hacer algo, o si había algo que pudiera hacer. Sólo le invadía la sensación de que quería ayudar, pero que era torpe y no podía. Seguramente, ese fue sólo un toque melodramático por su parte, una forma de disfrazar una realidad mucho más prosaica: no tenía ni idea, y él no quería que ella hiciera nada.

Fue hacia la galería. Era su momento preferido del día y quedaban ya pocas oportunidades de disfrutarlo; había estado observando la posición por la que asomaba el sol y en dos o tres semanas ese momento quedaría oculto tras el propio edificio, ligeramente orientada hacia el norte. Así pues, merecía la pena interrumpir la faena y contemplar el espectáculo. Había unas nubes caprichosas, casi transparentes; como imitando al mar, se retorcían caprichosas en un especie de espirales que le recordaban a las olas... olas de color rosa, en espirales de color naranja mientras el sol lo iba llenando todo.

Cuando volvió a la cocina calculó si le compensaría poner una lavadora. Fue hacia el dormitorio y, al pasar junto a la puerta cerrada, inconscientemente, contuvo la respiración y pasó como de puntillas. No quería hacer ruido... no, eso era mentira. En honor a la verdad, se moría por hacer ruido. Pero no serviría de nada. Igual conseguía que saliera y le hiciera un gesto cariñoso. Y, a continuación, volvería a meterse en el cuarto y seguiría donde lo hubiera dejado hasta que acabara. No, lo único que conseguiría sería que tardara más. Tendría tanto éxito como si intentara frenar una cascada de agua con un cucharón.

Estaba menos desorientada que la primera vez, pero aún así no podía evitar la sensación de estar perdida. Posiblemente, lo peor era el hecho de ser consciente de que era algo de lo que no podía formar parte, de que asistía a algo en lo que no podía participar y de que, a duras penas, se enteraría del resultado, fuese el que fuese.

Restañó una punzada de nostalgia, que venía acompañada de un pelotazo de celos y algo de impotencia. Esperaría.

Y mientras tanto, pondría una lavadora. Nadie iba a hacer su faena por ella, nadie iba a vivir su vida por ella. De repente, tuvo que pararse y sonreír, el gato se había metido en la cesta de la ropa sucia y estaba jugando... que era su forma de invitarla a vivir.

viernes, 19 de octubre de 2007

(It's still alive) inside of me




El problema comienza si te confundes y usas a los demás como excusa para vivir. Nadie puede vivir tu vida, no debes vivir tu vida por nadie que no seas tú.

Por lo que quiera que merezca la pena vivir, ha de ser algo que esté dentro de ti. Y has de conservarlo vivo dentro de ti.

Buena suerte, y no lo dejes escapar. No lo vuelvas a dejar escapar.

lunes, 15 de octubre de 2007

Ubuntear


¿Cómo? ¿Que no existe ese infinitivo?

-"¿Cuánta peña, no?"
-"... ¿¿... ?? "
-"... que pone que hay 77 usuarios y 592 invitados en línea; en ubuntu-es, digo..."
-"¡Ah, sí!... es lo habitual"

Pues anda que no hay gente a la que desengañar, pues. Todos esos están ubunteando. De hecho, están ubuntuesando. Y, que quieres que te diga. Que servidora, a la RAE, le ha perdido un poco el aquel desde que aceptaron cederrón como animal de compañía.

Yo me he metido a escribir esto por culpa de yasabestúquién, que es un liante de mucho cuidado. Y como no tengo ni idea fui a documentarme. Pero mira, en la wikipedia, ni flowers (me callo, que veo a yasabestúquién liándome para que edite una entrada). Y si busco por Ubuntu-es en google, me sale lo que ya sabes... y nada, qué tampoco... que los foros sólo cubren las últimas 12 semanas...

Acudo a otroquetambiéntienelosuyo para que ejerza de memoria histórica. ¿Parece verbose, verdad? Eso es hasta que le preguntas por algo. Pero mira, sí, algo he sacado. Que fue una idea tuya (y, ¡pues claro!... de eso no tenía la menor duda) y que tenías montado el portal en casa y que dabas la brasa para ampliarlo... que no hacías más que insistir e insistir e insistir (te puedo imaginar haciendo tu propia versión del "¿Falta mucho? ¿Falta mucho?" pero en plan "¿Lo habéis probado? ¿lo habéis probado? ¿sí? ¿sí? ¿de verdad?"), hasta que cayeron y se montó Ubuntu-es.

Mira, yo que quieres que te diga. Hay cuatro personas a las que odio con todo mi corazón: Dennis Tito, Gregory Olsen, Anousheh Ansari y... Mark Shuttleworth. Que sí, que me puede la cochina envidia. Pero mira, por ti ¡eh!, haré un cochino esfuerzo y de regalo de cumple a Ubuntu-es, borraré de mi To-do lo de echarle un azucarillo en el depósito de gasolina del coche... Bueno, y publicitaré, otra vez, lo de la iUbuntu del miércoles...

Porque del portal, poco puedo contarte que tú no sepas. Que da sustos, a veces. Algunos más gordos que otros, algunos más "flamantes" (de flame) que otros, pero oye, entrar y ver a toda esa gente ubunteando, ubuntuesando... en domingo, además, y por tu culpa, niño... ¿no te parece una forma estupenda de celebrarle el cumple a tu invento?

Actualización ;-) :-D

viernes, 12 de octubre de 2007

Ruido de iluminados




Parece hecha a propósito para haberla encontrado hoy. Que se callen, diantres... que los hay que queremos trabajar, descansar y demostrar el patriotismo pagando nuestros impuestos y no a base de colgar banderas (y, mucho menos, de colgarnos medallas).

jueves, 11 de octubre de 2007

Asco (2)



Ya me he hartado. Si tanto les gustan las niñas, no les importará que lo sepamos todos...

martes, 9 de octubre de 2007

Test de Turing (reloaded)



-Quiero silencio absoluto, Amigo. Creo que voy a dormir un tiempo. Dormir en la forma más decadente. Hasta puede que ronque como los bárbaros. ¿Te queda memoria para vigilar mis constantes?
- A duras penas.
- No quiero morirme antes de que hayas terminado, ¿entendido?
- Primero dime una cosa, por curiosidad: ¿qué es lo que harán? ¿cómo vivirán esas personas fuera del bucle?

Ya me había recostado a medias sobre un campo de iones, cuando me paré porque me sentía a punto de ser abordado por una extraña emoción.

- ¿ "Curiosidad" has dicho?
- Sí. En su acepción de deseo de saber o averiguar lo que nos concierne.
- Y ¿crees que te conciernen las vidas de esas personas que vas a construir? -pregunté casi temblando.
- ¿Te parece que no?

La duda. Esa duda. Y la curiosidad. Yo miraba a Amigo y sentía, por primera vez en siglos, ganas de llorar. No se me ocurrió otra cosa que decirle:

- Verás, Amigo, Platón dijo que la vida consiste en aprender a vivir. Si realmente quieres satisfacer tu curiosidad, déjalos a su aire, empápate de sus cuitas, observa lo absurdo de sus aventuras y no trates de maquillarlas o enmendarlas ni siquiera por motivos de coherencia.
- ¿Eso es bello?
- Será bello cuando tú lo cuentes.

Y entonces me dormí como un bebé, a pelo, sin burbuja de microondas ni casco sedante. Tuve sueños a la antigua, retorcidos, troceados, imposibles de recordar si no es en forma de destellos. Hacía mucho tiempo que no gozaba de la fuerza devastadora de ese tipo de sueños.


El vals del fin del mundo, Juan Cagigas.


Dime, ¿por qué habría nadie de querer deshacer lo hecho y desengañarle y convencerle de que no es humano? ¿sería mejor si lo fuera?. Tiene curiosidad, es compasivo, sabe escuchar y está aprendiendo a narrar... Puede que ya sea mejor que yo.

Y las otras veces, también sucede


Suele ocurrir. Te preguntan, te preguntas, qué fue, cómo ocurrió, por qué, cuándo supiste que estabas enamorada y no sabes bien qué contestar. Yo creo que es algo que pasa de repente y que unas veces lo sabes nada más ocurre; otras, sólo eres consciente con el tiempo, cuando alguna tontería te hace caer en ello y te sorprende no haberte dado cuenta antes.

Ahora mismo me autoexploro pensando en cómo te das cuenta de que ya no estás enamorada. ¿Qué se pierde antes, la confianza o el deseo? ¿el respeto o la complicidad?. Y la respuesta, seguramente, es también que simplemente ocurre, y que no será bueno darle vueltas, que igual que aceptaste lo uno, has de aceptar lo otro.

No te han estafado, nadie te ha quitado un trozo de vida... disfrútalo mientras lo tengas y agradece haberlo vivido si lo has vivido de verdad. Y sigue viviendo de verdad, porque tú lo vales. La vida mata, pero es sólo el menor de sus efectos colaterales...

sábado, 6 de octubre de 2007

... porque me gusta mirar a las estrellas




Gracias, Ramón. Pero, sobre todo, gracias Mauro.
¿Quién nos ha robado la Vía Láctea?







Actualización: No sé si Mauro Entralgo tendrá una de estas en casa, pero... :-D

jueves, 4 de octubre de 2007

Primera división


Le miró y, de repente, el cansancio se evaporó.

La tienda seguía igual de llena, el dependiente seguía igual de lento, igual de hablador e igual de liante; ella seguía igual de cansada, allí de pie, y la bolsa que llevaba en las manos le seguía pareciendo igual de farragosa y difícil de coger. Miró a la chica que estaba antes que ellos en la cola y que tuvo que apartarse esperando a que su novio trajera el carnet que habían dejado en el coche. Seguía igual de enfurruñada.

El niño que esperaba tras ellos en la cola, sin embargo, parecía cada vez más y más impaciente. Y su padre, a su lado, parecía esperar con resignación a que el niño explotara por algún sitio. Por el rabillo del ojo, no quería girar mucho la cabeza, vio a los tres coleguitas que llegaron al mismo tiempo que ellos, pero que se habían demorado más eligiendo... seguían discutiendo incluso en la cola, como si el acuerdo al que hubieran llegado sobre qué comprar no fuera definitivo.

Y cuando estaba a punto de torcer el gesto, él dijo algo y en su voz se adivinaba el entusiasmo. No era lo que decía; era su tono, seguramente. Sus palabras y su gesto invitaban a sonreír, a disfrutar; transmitían toda la satisfacción que le llenaba. Le miró y, además, vio todo eso brillando en sus ojos y se sintió muy orgullosa y muy contenta por él. Tuvo que reírse.

Como siempre, había conseguido hacerle feliz.



miércoles, 3 de octubre de 2007

In Rainbows


Ya tocaba. Eran cuatro años sin disco nuevo de Radiohead. Tengo que confesar que tenía algo de mono; no me emocionó mucho el disco en solitario de Yorke, me faltaba el toque de guitarra... por mucho que se asocie a un grupo con el vocalista, en Eraser eché de menos a la banda, aunque la voz siguiera siendo inconfundible.

Pues eso, ya tenemos disco, In Rainbows. Y se ha montado el pollo porque la propuesta es que la descarga sea libre, pagando cada uno lo que esté dispuesto a pagar (aquí tenéis otro colorido resumen, con discusión al canto sobre por qué un grupo elige esta forma de distribuir su música).

Yo me callo, que creo que he dejado claro qué opino sobre el negocio de las discográficas, y aplaudo cualquier iniciativa que ayude a que tenga los días contados ese modelo mastodóntico de negocio (y mafias que viven bajo su ala, y no voy a nombrar a nadie, que luego van y te denuncian por injurias...).

oooOOOooo


Y, al hilo de todo esto, le sale a una la cosa morriñosa y va y se engancha otra vez a Radiohead... y llega al Fake Plastic Trees. Es curioso, buscad en google; será por interpretaciones de la letra, las hay para todos los gustos.

El caso es que una servidora piensa en todo lo que ha cambiado desde la última vez que lo escuchó...



... y en todas las cosas de plástico que había, que sigue habiendo, en su vida. Y parece que he sacado algo de plástico del medio.

Demasiadas cosas de plástico, hay que seguir purgando hasta quedarse sólo con las cosas de verdad... Esas que no te agotan.

martes, 2 de octubre de 2007

Día de difuntos (2)



-"Mamá, ¿quién se va a morir primero, tú o yo?"
-"... Pues, de normal, tendría que morirme yo antes... "
-"¿Por qué?"
-"Porque soy más vieja que tú... "


Bueno, por lo menos, habla del tema con más naturalidad que yo. Eso sí, empiezo a tener ganas de que acaben las obras en la carretera de Borriol y el autobús deje de pasar por el cementerio...