Hace unos días descubrí "Puentes como Liebres" de Mario Benedetti. No sé si me ha pillado del revés, si soy un pelín exagerada, pero no puedo quitármelo de la cabeza. Por no hacer un mal resumen diré sólo que trata de cinco encuentros de dos personas profundamente enamoradas. Se conocen y enamoran con quince años, apenas se ven tres veces más a lo largo de los años y no vuelven a encontrarse, esta vez ya definitivamente, hasta 50 años después.
Hay magia en el relato; y hay magia especialmente en la primera parte, cuando narra las pavadas, las torpezas (dicho con todo el cariño del mundo) la ternura y la honradez de dos adolescentes; y también en la última, en la que seguramente la consciencia del tiempo perdido obliga a desnudar prejuicios, etiquetas sociales y poses... y también, por fin, desnuda a los protagonistas que consiguen hacer el amor... con sólo 50 años de retraso.
Y, en el medio, hay un retrato, que a mí se me hizo cruel, de lo vacía que se puede hacer una existencia cuando se supone que una persona es alguien maduro, serio y productivo para la sociedad... y se comporta como tal y vive de acuerdo a lo que la sociedad espera que haga y de acuerdo a unas reglas que no se sabe bien qué especie de sádico ha debido de escribir, ni con qué ocultas intenciones, salvo que se siga la vieja norma de que la gente aborregada, adocenada e idiotizada es más fácil de convencer, de dirigir y de llevar al huerto. Vivamos sin romper las reglas y séamos gente seria y de provecho. Muérdete las uñas, trágate los puños, niega lo que quieres, acepta lo que no puedes ni soportar y compórtate como se espera de un adulto cabal... si quieres ser uno al que la sociedad no señale con el dedo y cuya opinión merezca ser tenida en cuenta... en las encuestas de opinión. No tengas ilusiones, no pongas por delante el amor, no respires muy fuerte y, sobre todo, que no se te ocurra suspirar.
Hoy iba cruzando el parque y escuchaba a María en background, mientras veía que las hojas de los árboles (¡por fin!) ya eran de otoño... mostrando tantos colores... y de forma tan efímera. Como las ilusiones, hay tantas y duran tan poco... Como el amor... ¿cuánto tiempo conserva ese bonito color dorado? ¿De qué depende que se pierda o no al soplar el viento?. Y, seguramente por ir escuchando a María, comprendí. Es como la magia; tienes que creer en la magia para que exista la magia. Seguramente por eso las historias tiernas eran las de los dos niños y las de los dos abuelos, las de los que están más cerca de la magia... los unos, porque van y los otros, porque vuelven.
Qué absurdo ir de adulto por la vida, sin creer en la magia y perdiendo también el amor por el camino... pero ¿qué haces cuando descubres que los Reyes Magos no existen y que el mago guardaba el conejo en la chistera? ¿Cierras los ojos y te haces el loco? ¿O cierras los ojos, te aborregas, te adocenas y te idiotizas... como un buen ciudadano adulto responsable y de pro?