Pues sí señores: segundo ciclo de quimioterapia. El miércoles me fui tan feliz al hospital, contando con pasar allí el día. Nota mental: para el tercer ciclo tengo que ir con la maletita hecha... seguro que también toca ingresar :-)
Un par de días. Pero es que el proceso es largo. Se pasan un día hidratándome; y es el segundo día cuando ya me ponen la quimioterapia. Que tuvo su parte graciosa, con maratón final acuático incluido. El caso es que el proceso sigue un protocolo: gotero de limpieza, gotero con medicamento A, gotero de limpieza, gotero con medicamento B, gotero de limpieza y, de nuevo, hidratación (o sea, dos litros de suero fisiológico para dejar las cañerías bien limpias).
Empezamos. Y cuando llegó la hora del medicamento A ya me advirtieron: "Te puede provocar una reacción, congestionarte y notar los riñones como agarrotados, avisa si eso ocurre... Empezamos con una velocidad baja de goteo y dentro de diez minutos, la subiremos". Bien, cincuenta mililitros/hora de goteo... a los diez minutos me habían subido a cien mililitros/hora... y a los cinco minutos había presentado la reacción que me habían descrito. Buf, hubo que volver a ponerlo a cincuenta. Recuperé mi aspecto normal (me había vuelto una especie de cruce entre tomatito y pimiento morrón) y me dispuse a esperar. Las matemáticas es lo que tienen: si tienes un gotero de doscientos ochenta mililitros y te lo están inyectando a cincuenta mililitros/hora... pues salen como cinco horas ¿no? En fin, qué os voy a contar: me vi pasando otro día en el hospital. O saliendo a hurtadillas a las tantas de la madrugada, con nocturnidad, alevosía y esquivando a guardias de seguridad con mi pata chunga a la pata coja :-)
Pero las mismas matemáticas que me condenaban a estar cinco horas pendientes de ese gotero, daban también otras soluciones. A medida que se acercaba la hora, la enfermera que me estaba suministrando la quimio también echaba cuentas: "Hmmmm... a ver, este dura hasta las cinco de la tarde... luego un cuarto de hora, una hora para el segundo gotero de quimio, un cuarto de hora... y, bueno, claro, luego está la hidratación... hay que contar con tres o cuatro horas... aunque, ¿y cómo llevas lo de beber agua? me da lo mismo cómo te hidrates, mientras los riñones queden bien limpios".
¿Beber agua? ¿yo? ¿y me podré ir a casa? ¿cuántos litros? ¿dónde hay que firmar? :-)
A las cinco y media retiramos el dichoso gotero lento. A las siete y media, estaba fuera el gotero del segundo medicamento de la quimio y alguien dijo:"¡¡Empieza a beber, YA!!".
Y empecé a beber agua. Tres litros en menos de dos horas, para ser más exactos. Mi estómago iba adquiriendo el mismo aspecto que un globito y cuando me movía se oía un choclochot, choclochot... curiosísimo. Pero lo hicimos. Y volví a casita ;-)
Como anécdota, al llevar cuenta de cuánto líquido se introdujo en mi cuerpo estos dos días, así a bote pronto os puedo decir que por goteo entraron más de diez mil militros (se dio la vuelta del contador de líquido del aparato que controla los goteros), más los tres litros que bebí. Total, casi catorce litros, casi nada. Ahora que la velocidad de desalojo del líquido, tampoco estaba nada mal: nos obligaban a guardar la orina para hacer un recuento al final del día y creo que batí algún que otro récord en cuanto al número de botellas llenadas. Espero que mis riñones hayan quedado esplendorosos :-D
Cuestión aparte son mis venas, cada vez les cuesta más pillarme una vía en condiciones. Me pasé todo el día preocupada de que no aguantara, pero lo hicimos, lo hicimos...
Y cuando pongo "lo hicimos", es que lo hicimos entre todos. Me da algo de vergüenza, porque hay gente de la que no sé el nombre, pero toda la gente que trabaja en la sala de Oncología Hospitalaria es la caña. No sé quién eres (creo que no habíamos coincidido antes, además) pero mira que te preocupaste buscándome una buena vía y lo que sufriste hasta que me la encontraste (te juro que la cuidé mucho de tu parte, eh). Gracias también por el vendaje para la trombosis. Y Cinta echándome las cuentas para que me pudiera ir a casa y ofreciéndome la solución de empezar a beber agua. Y Juanma, siempre tan majo y tan correcto, y Dani que siempre que le preguntas aunque vaya escopetado encuentra el rato para parar y explicártelo todo más despacio, para salir luego corriendo de nuevo. Y, sobre todo, mis chicas que me cuidan, que se preocupan de que la merendola sea de mi agrado y velan porque en la cocina no se despisten con mis comidas (¡claro, con tanta indeterminación entre momento de alta y de poder irse! ;-)) y se preocupan de que tenga un pijama limpio y me cuidan con todo el cariño... y que tampoco sé todos sus nombres, diantres, y mira que ya nos hemos visto veces (jo, qué rabia me da...). Y no es que me olvide del jefe, pero es que esta vez toca hablar de quien toca. De verdad que todos son tremendos y hacen sentir muy bien a los pacientes (¿impacientes? :-)) que pasan por ahí. A mí, por lo menos, me lo parecen :-) No. Qué diantres, lo son.
Hasta el tercer ciclo.