-"Ha cambiado la temperatura... hace más fresquito ¿no?"
Es sólo uno de los pequeños milagros del mar. Y uno de los que más me gustan.
Anteayer leía una entrada en Paleofreak (¡gracias, Algernon!) sobre cómo salimos del mar. Tuve que acabar riéndome porque de repente se me vino a la cabeza el inicio de los capítulos de "Érase una vez...", con el pececillo transformándose en anfibio, transformándose en reptil, transformándose en mamífero, transformándose en mono, transformándose en persona... De ahí venimos, y por eso será que necesito saber que tengo el mar cerca, para poder volver a él en cuanto lo echo de menos.
No quiero que me entendáis mal: no tengo extraños ritos con el mar como protagonista. Ni necesito bañarme cada día en el mar, ni he sometido a mi hija a ningún rito iniciático hundiéndole la cabeza bajo sus aguas, ni bebo de sus aguas para purificarme. Pero me pregunto si sabría vivir lejos de él. Creo que no.
Su ruido, su olor, su color... Hasta esta semana no sabía qué diantres es el efecto Fresnel, pero qué tendrá eso que ver con perderse en todos y cada uno de los colores y matices que regala. Es energía en movimiento, con el mismo poder hipnótico que tiene el fuego, ¿quién puede resistirse al baile de las olas?. He pasado muchas horas mirando el ir y venir de las olas, caprichoso o no, pero con su propio mensaje y su propia coreografía... un relajante cuando necesitas respirar hondo, un murmullo amigo con una canción eterna. Tus propios pensamientos pueden sincronizarse con él, hasta que notas bailar pensamientos y olas en sintonía. La cabeza, en paz por unos instantes... y qué contradicción, que tanto más me calme cuanto mayor es el oleaje. Cuánto daría a veces para que este Mediterráneo junto al que vivo, sacara pecho de vez en cuando y me bailara como lo hace el Atlántico. Pero no me puedo quejar: este Mediterráneo me cuida y me ofrece otros colores...
Gracias por llevarme el otro día junto al mar... ya sabes, todo lo perdona :-)
10 comentarios:
Lo que más impresiona es ver las olas una tras otra y comprender que ellas siempre distintas vienen rodando desde la "noche" de los tiempos. Ese fluir te hace ser más real, más hormiga insignificante pero viva.
Un saludo
Ayer me senté al lado del mar, necesitaba sentirme viva notando la brisa en mi cara, me hacía falta tirar 4 piedras al agua...al agua transparente y calmada...
No podría estar más de acuerdo con los dos :-)
Aunque, Laura, creo que también te gustaría "mi" mar y flipar con esas olas que podrían tragarte... Llévate un poco de mar montaña arriba cada lunes, y recarga las pilas los fines de semana :-)
La verdad es que me gusta más tú mar...el mediterráneo está muy calmado, no hay acantilados...aunque para acantilados chulos los de Irlanda, que son muy parecidos a los tuyos :P
Ostras... acabo de caer ¡es mi entrada número 200! :-)
Me alegro de habérsela dedicado al mar... :-)
Tienes razón Servidora, el mar lo perdona todo ; )
enhorabuena por la entrada número 200!
Todas iguales pero todas distintas.
Unas agitadas y otras apacibles.
Unas impresionantes y otras desapercibidas.
En algo se parecen las olas y las personas... o no... o qué sé yo...
Un besotón, lauriña :-)
Y, don serafín, qué caro está usted de ver últimamente. ¿Cómo van esas opos? ¡Venga, ánimo! :-)
Pues ando bastante liado: preparar clases, hacer exámenes, corregir, repasar temas, repasar temas, repasar temas.... Ahí estoy, a ritmo, iniciando el puerto de montaña con un poco de miedo al éxito y un poco de miedo al fracaso.
Por eso tengo que rebuscar huecos para desconectar un poco y encontrarme con mis amigos blogueiros ;-))
Pues venga aquí cuando le apetezca y/o pueda, que será bien recibido :-)
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