jueves, 31 de enero de 2008

Evolución



La la la...

lunes, 28 de enero de 2008

Disculpa, no siempre te tomo en serio


-"¿Le conocías?"

Tardé bastante en darme cuenta de que me estaban hablando; la voz había resonado por mi cabeza, como un ruido sin sentido, como una banda sonora poco afortunada. Aparté la vista de la punta de mis zapatos -resultaba muy curiosa la forma del pegote de barro que tenía en la punta de la bota izquierda- y levanté la cabeza hacia la persona que me hablaba. ¡Total, para qué...! No podía enfocar bien, había estado llorando. Y, para colmo, el sol me deslumbraba, convirtiéndole en una sombra anónima.

Volví a bajar la vista; estaba aturdida y la postura, forzada a mirar hacia arriba, me mareaba aún más. Y malditas las ganas que tenía de hablar con nadie. Y más malditas aún las ganas de hablar de él.

Las personas no mueren de forma épica, no pueden dar discursos de despedida; es más, normalmente no pueden ni despedirse. Sólo están y, de repente, ya no están nunca más. Qué curioso que me lo hubiera dicho precisamente a mí, con mi pequeña colección de despedidas sin despedidas. A mí no tenía que contármelo, me lo sabía ya de memoria. Aunque eso no impedía que cada vez volviera a sentir rabia, una quemazón en la boca del estómago y un acceso repentino de ira que normalmente se diluía al notar el nudo en la garganta y empezar a llorar. Lloros por prescripción médica, para evitar un ataque de nervios, para evitar que el dolor me anulara, para agotar ahí las fuerzas y no caer en la tentación de golpear las paredes, ahogando la impotencia en un estallido de adrenalina... Y despertar, después de haber llorado, vacía y forrada con plomo en mi interior.

Hacía sol, tenía frío... la punta de la bota estaba bordada en barro y alguien quería saber por qué lloraba, por qué miraba sin mirar y qué hacía allí sentada en el escalón de un mausoleo horrible, del que salía un aire helado. Y me preguntaba lo más obvio. Preguntar por el muerto en su entierro, es tan inútil como hablar del tiempo en la parada del autobús.

Obviedades. Pero yo también había caído en lo obvio, a pesar de sus burlonas advertencias.

Volví a levantar la vista y -de nuevo, la luz del sol- mis ojos se llenaron de pequeñas moscas bailando alrededor de esa sombra, desperdigadas por el cielo azul, moscas que me hacían pensar en un microscopio trucado para hacerme reír con un baile de acelerados estreptococos.

-"No, no le conocía. Y tú, tampoco."

Daba igual con quien pudiera estar hablando porque, obviamente, yo tenía razón. Si le hubiéramos conocido, no habríamos estado allí.

sábado, 26 de enero de 2008

Mi blog y yo




"Ojo, Servidora, que los blogs tienen vida propia y se van por donde ellos quieren... Bienvenida al club!"


Esto me lo decía Montse cuando me regalaron el blog; os lo comentaba el otro día, mientras mostraba mi acuerdo lo que me había dicho. Y me han preguntado que cómo es eso posible. Voy a intentar describir lo que me ha pasado a mí.

Antes, me gustaría hacer mención a dos entradas que leí hace algún tiempo. Una es de Ana, y ya me gustaría enlazarla, ya, pero esta buena mujer lleva una temporada de una blogofagía subida (¡me río yo de Cronos devorando a sus hijos!) y, para desesperación de los que disfrutamos leyendo lo que escribe, se dedica a borrar sus huellas por la blogosfera... Así que tendréis que conformaros con que la cite de memoria. Decía Penélope Ana, algo como esto: "Cuando abres un blog, tienes la tentación de iniciar una serie de declaraciones inconfesionables aprovechando el anonimato, decir algo como "me llamo XXX y soy adicta al chocolate", pero acaba venciéndote la tentación de ir contando a tus amistades que tienes ese blog, porque quieres que te lean... y ya no puedes ser tan sincera como quisieras...". A lo que yo añado que si eres profesora y sabes que te leen tus alumnos ¡pues qué os voy a contar! :-)

Emilio tiene otra entrada en la que explica muy bien otra de las cuestiones que me llevaron a esta reflexión:

"Probablemente todos nos hemos topado alguna vez con una persona o un tipo de personas especiales (a las que Dani llama "personalidades 6P"); personas que por el mero hecho de estar ahí, son capaces de hacerte sacar lo mejor que llevas dentro, de convertir en acto todas tus potencialidades."

Juntando estas dos reflexiones, que no son mías pero que cuando leí me hicieron exclamar "¡Eso era!... eso era lo que yo quería decir", y mientras vigilaba a la Luna, el otro día, mientras me dirigía a Alcalá de Henares a unas horas en las que debería estar durmiendo y no pegando botes en un autobús, se me ocurrieron unas cuantas tonterías de las mías. Y les llamo tonterías porque no cambiarán ni el rumbo del universo ni el sentido de la vida, pero son lo suficientemente importantes como para optar a ello.

Sí que es verdad, sería estupendo poder escribir un blog completamente anónimo y poder ser completamente sincera. Pero, de verdad que creo que si caemos en la tentación de decir a los demás que tenemos un blog y si necesitamos que nos lean es, precisamente, porque sabemos que eso provocará una reacción; intentar sacar cosas del interior, vaciar las alforjas, ya sea para bien... o para bien. Y, bueno, en mi caso, con respecto a que me lean mis alumnos, pues ¿y qué? No creo haber escrito nada en este blog que pueda escandalizarles más que cualquier cosa que les diga en clase. Por no perder de vista el pequeño detalle de que creo que son personas humanas. Y creo que si ellos no caen en que yo también lo soy, pues ellos se lo pierden.

Sí, te exiges cosas a ti misma cuando escribes un blog. Te exiges sinceridad, cuidar lo que escribes en la forma, en el fondo y en el tema. Estar expuesta a lo que puedan pensar los demás es un ejercicio de reflexión que creo que da frutos. Sobre todo, el día que te das cuenta de que tú misma eres una de las lectoras del blog, y que eres la única a la que no puedes engañar. O eres la única a la que si engañas, peor para ti.

Y te obligas a sacar lo mejor de ti misma en eso que escribes. Empiezas preguntándote qué escribir, y un día encuentras historias que te han ocurrido y te han tallado, que querrías haber contado y aprovechas la oportunidad. Otro día, encuentras algo fascinante y necesitas compartirlo, no sé si tanto por generosidad como por un afán de explicar qué sientes y qué cosas te gustan. Empiezas a atreverte a tejer esas narraciones que a veces te asaltan y que no sabes si serán o no interesantes, pero que llevan siempre un trozo de ti. Así, hasta el día en que te sorprendes escribiendo porque necesitas hacerlo, porque es una forma de sacar pesadillas de tu cabeza, de exorcizar miedos y demonios, de poder dejar constancia de un momento de felicidad -como si tuvieras miedo de que no vaya a repetirse y necesitaras esparcirlo, aunque sólo sea poder encontrártelo un día que estás deprimida y darte cuenta de que no fue un sueño-. También cabe la denuncia y hasta el derecho al pataleo.

Pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que, en ese proceso, yo era una mandada. Todavía no sé si mi vida hubiera discurrido como lo ha hecho en estos últimos meses, si no me hubiera enfrentado a ella de forma periódica por culpa del blog; si no hubiera tenido un sitio donde expresar lo que se pasaba por mi cabeza, en un formato que me permite ordenar pensamientos y sentimientos, que me obliga a ver mis cosas desde fuera, como si leyera sobre otra persona y me costara menos ser imparcial, ver mis fallos y mis aciertos... y sabiendo que me leen, que hay alguien por ahí fuera que se puede estar formando una opinión, buena o mala, sobre lo que siento, y en esa coyuntura, lo único que puedo intentar pretender ser es yo misma, poniendo empeño en no distorsionarme. La recompensa está, precisamente, en leer esos comentarios que te animan o ver en tus estadísticas que hay quien sin nunca decir nada, vuelve y sigue compartiendo contigo esas tonterías... esas tonterías que ni cambian el viaje del universo, ni el sentido de la vida, pero que son tan importantes porque son tu propia vida... tu propia vida, eso tan insignificante si lo comparas con la galaxia y eso tan importante como para ser lo único por lo que merece la pena vivir.

Mi blog se ha ido por donde ha querido y me ha llevado con él. Y le doy las gracias, porque eso me ha permitido llegar a vosotros. Y llegar a mí. Seguimos de viaje, promete seguir siendo divertido...



Actualización (27/01/08): Mejor que leáis el original... ¡Gracias, Ana! :-D

viernes, 25 de enero de 2008

Ilegales


A veces es importante difundir lo que una se encuentra por la blogosfera.

Este vídeo lo encontré en caché.yestoall.com (blog que, por cierto, os recomiendo de todo corazón):





http://www.iwouldntsteal.net/


Y me viene de perlas, porque llevaba todo el día buscando una excusa para hacer una entrada enlazando la entrevista online hecha a David Bravo en 20 minutos,


Esto que digo choca con la propaganda que podemos ver en los cines y televisiones con los anuncios de "Ahora la Ley Actúa" y que aseguran que descargar de Internet es comparable a robar un bolso o un coche. Esa campaña, que tiene el apoyo del Ministerio de Cultura, se basa en una interpretación expansiva del ánimo de lucro que no comparten ni la mayoría de la doctrina especializada, ni la Fiscalía General del Estado, ni las resoluciones judiciales que hay hasta la fecha sobre esta materia.


Si pincháis aquí, la podréis leer entera. Y leedla, que cunde. De mayor, me gustaría ser como este hombre: es una gozada oírle decir siempre cosas con gran sentido común, buen humor y saber estar.

martes, 22 de enero de 2008

Y, por fin, quedamos...


No sé quién emborrachó a quien, si fue premeditado, si fue espontáneo, si de verdad lo deseábamos o si lo pusimos en marcha porque ya tocaba. Eso sí, hasta que no estuvimos borrachos los dos, no nos dimos el primer beso.

Puede que por eso fuera tan duro y quizás por eso tengo un recuerdo bronco de aquella noche. Demasiadas luces, demasiado humo en aquel garito... demasiado ruido en el ambiente. Y los besos fueron demasiado violentos, como embestidas, como choques... lenguas que parecían pelearse más que acariciarse. Manos que apretaban apresuradas, que manoseaban impacientes, en lugar de explorar y disfrutar. Notaba el olor del alcohol, del tabaco y del sudor y no me reconocía. Pero te seguía mordiendo, seguía respondiendo a tu cuerpo con mis propias acometidas sin saber muy bien dónde me metía. Llegó un momento en que me notaba a punto de perder el sentido y todavía no sé si era producto del alcohol o de un deseo medio reventado y mal satisfecho. Te miré y me invadió una sensación de error, de la que no conseguí librarme. Te tenía ganas, te tenía tantas ganas... Pero en un momento dado me asustó la expresión violenta de tus ojos. Me dio la sensación de que habías pensado "Bien, quieres jugar, júguemos, ven aquí..." y me asusté. Cerré los ojos, no quise volverme atrás para aparecer como una chiquilla cobarde. Pero me asustaste y el alcohol hizo el resto...

Recuerdo a duras penas qué pasó cuando salimos del local. Caminábamos con dificultad; yo casi no podía estar en pie, tú me arrastrabas y te tambaleabas tanto como yo al andar. Llegamos al coche, me acomodaste en el asiento. Arrancaste. Te cargaste un piloto del coche de delante. Maldeciste y completaste la maniobra con una marcha atrás y un volantazo que tuvo como consecuencias un hermoso bollo en tu viejo Talbot. Ni siquiera sé cómo quedó el coche que estaba atrás. Me desmayé. Y sigo sin saber si fue la borrachera o la expresión de tu cara.

Lo siguiente que recuerdo es tu voz, gritando quedamente a Lola; yo ya estaba en cama y tú parecías muy enojado con ella. Lo único que acerté a pensar fue que ella no tenía la culpa de que tú hubieras salido conmigo, en vez de con ella.

Al día siguiente, en la facultad, te hubiera podido confundir con el hombre de hielo. Te acercaste a mí, me hablabas de tonterías, pero no me mirabas. Fuimos al césped del ágora a dormir lo que nos quedaba de resaca y estábamos tumbados allí como hubieran podido estar dos muñecos de corcho. O no. Dos muñecos se hubieran demostrado más afecto que nosotros.

Nunca volvimos a salir. De hecho, conseguimos acabar con nuestra amistad. Primero se diluyó, pero eso sólo fue el principio, en seguida comenzó a corroerse. Nos empeñamos en mostrarnos nuestros lados más desagradables y nos especializamos en dirigirnos comentarios mordaces con singular puntería. Conseguimos hacer diana en más de una ocasión, justo donde más dolía. Hubo un momento en que sentí la necesidad física de odiarte, tanto como antes había sentido que quería amarte. Con el tiempo me di cuenta de que tan difícil me resultaba un empeño como el otro, así que dejé de gastar fuerzas inútilmente... me dejé mecer al fin en la indiferencia y conseguí volver a sonreírte en el último año de la carrera.

Hoy he recordado todo eso al ver la foto. Al ver tu cara, he pensado que no he sabido nada de ti en veinte años. Y, ¿sabes?, realmente no me importa nada. Qué bien supimos hacernos daño...

domingo, 20 de enero de 2008

Dudas...



... y si no lo encuentran, ¿dónde dejan la basura los vecinos? :-)


Como pasa el tiempo...

Dos añitos. Hoy me he encontrado otro regalito y he pensado que compartirlo con vosotros puede ser una buena forma de celebrar el cumple...




Duffy



jueves, 17 de enero de 2008

Un cuento feo


Le pregunté a María si se quería venir o si prefería que llamara a su padre para que la recogiera antes de la hora habitual. Me dijo que no, que se apuntaba a la charla y nos fuímos andando hacia el museo; la charla era a las siete, en el salón de actos. Íbamos paseando, jugando, corriendo por la calle; paramos de dar brincos en un escaparate en el que vendían un televisor con el reclamo de unos bonitos conejos de colores, que deberían haber sido de plastilina y no de cartón piedra. Nos gustaron igual. María quería invitarme a merendar y no encontrábamos el sitio adecuado en el camino al museo. Y no queríamos retrasarnos y llegar tarde. Así que acabamos entrando en un supermercado a comprar Oreos bañadas en chocolate blanco.

Así pues, llegamos al salón de actos del museo con azúcar en estado puro en la boca. Aún no había mucha gente, aunque sí la suficiente para que yo me sintiera algo aturullada y sin saber bien adónde mirar y a quién estaba saludando. Nos fuímos a la primera fila, que era donde había más asientos libres. Recogimos los folletos de información que había sobre las butacas y nos sentamos. En la pantalla se veía una presentación que se iría repitiendo a lo largo de todo el acto, con fotos y datos sobre Guantánamo. Porque ¿no lo he dicho, verdad? La "charla" era un acto de Amnistía Internacional para protestar y solicitar el cierre de Guantánamo en su sexto aniversario. Y era una "charla" porque venía Ruhal.

Más saludos, más encuentros. Había algo de retraso, Ruhal llegaba tarde porque se había saltado la estación de Castellón y se había bajado del tren en la estación de Benicàssim. Mientras esperábamos, nos enteramos de que 81 personas acababan de ser detenidas en Washington por participar en un acto de protesta frente al Tribunal Supremo contra la existencia de Guantánamo, de que se permita que haya gente allí detenida de forma ilegal y sin haber sido acusada de nada. Y de los guantánamos que ignoramos y también existen...

No sé si habéis visto Camino a Guantánamo. ¿Qué puede ocurrirle a uno cuando su mejor amigo le pide que sea su padrino de boda? Pues que acepta feliz, sobre todo si ello supone la oportunidad de hacer turismo por Pakistán. De Pakistán procede la familia de su amigo y allí le han concertado una boda. Hasta es una oportunidad de acercarte a tus propios orígenes, ya que tu familia procede de Bangladesh. Qué oportunidad. Cuatro chicos ingleses, criados en la puerta de un McDonalds, se disponen a disfrutar de tres semanas de turismo, mientras se prepara la boda, y a conocer sus raíces. Y así van de un lado a otro, a intentar verlo todo, cuando en un arrebato de "vuelta a los orígenes", provocado por el reencuentro cultural, deciden cruzar la frontera de Afganistán. El día que cruzaron esa frontera comenzaron a ser los protagonistas de la película. Era octubre de 2001, y no tengo que contaros qué ocurrió en septiembre de 2001 ni la triste implicación de las palabras "Operación Libertad Duradera"... Shafiq tenía 23 años, Ruhal y Asif, 19. De Monir apenas sabemos nada... ni siquiera si está vivo: eran cuatro, pero siempre se habla de los tres de Tipton, porque Monir desapareció, enfermo, a los pocos días de estar en Afganistán y de desencadenarse la locura que condujo a sus tres amigos primero a Kandahar y luego a Guantánamo. Sobre la película y lo que les pasó en Guantánamo, y sobre lo que sigue pasando en Guantánamo y sobre lo que sigue pasando en los guantánamos que no conocemos, no voy a escribir: hay referencias mejores [1][2][3][4]. Tampoco voy a hacer un resumen de lo que contó Ruhal: los periódicos lo cuentan mejor.

Yo, la verdad, me he liado a escribir esta entrada porque tengo que soltar parte de las sensaciones que se me quedaron dentro el sábado por la tarde. Mientras esperábamos a que llegara Ruhal, le conté a María lo que le había pasado, que le habían metido en una cárcel sin haberle acusado de nada (porque no había hecho nada) y sin haberle juzgado ni declararle culpable de nada. En esto, llegó Ruhal; y se me hizo un nudo en la garganta, porque una cosa es ver a un actor en un película por mucho que te cabree el guión (y más que te cabreen los guionistas del mundo real) y otra ver a una persona de carne y hueso y saber que no te va a contar una película, que te va a contar su vida. Y su vida nos fue contando, y María y una servidora nos íbamos perdiendo en lo que contaba...

-"Ese es el chico de la foto ¿verdad?"
-"Sí, María, es el chico de esa foto..."

-"Pero está contando su vida, le pasó de verdad lo que me decías que pasaba en la película..."
-"Pasó todo de verdad y por eso hicieron la película, para que los demás lo supiéramos."
-"Todo lo que cuenta es como un cuento feo..."

Un cuento feo. Cuando acabó el cuento feo y empezaron a hacer preguntas, María empezó a fijarse en las fotos que habían estado pasando todo el rato por la pantalla. O igual, se había fijado antes, pero empezó a preguntarme entonces.

-"¿Por qué están todos agachados?"
-"Los tienen así como si estuvieran castigados; si están así mucho tiempo, les duele y entonces no se atreven a protestar por si les hacen eso o les castigan de otra forma..."

-"¿Por qué tiene un plástico en la cara?"
-"Es otra forma de castigarlos, con un plástico en la cara sientes que no puedes respirar y tienes miedo a ahogarte..."

-"¿Qué son esas cadenas?"
-"Son grilletes. Lo que es como un cinturón se amarra a la cintura, tiene como unas esposas para las manos y al final de esas cadenas gordas hay otras esposas pero para los tobillos..."
-"¿Y por qué se las ponen?"
-"Para que no puedan correr y escaparse, así casi no pueden andar."

-"¿Los tienen en esa jaulas?"
-"Sí."
-"¿Por eso les podían entrar ratas y serpientes y arañas?"
-"Sí, están fuera, al aire libre... no tienen paredes."
-"¿Qué son ojotas?"
-"Las chanclas..."
-"Y ¿dónde está el wáter?"
-"¿No ves que hay un agujero al lado del lavabo? Pues ahí."
-"¿Ahí? Entonces les ven hacer pis... ¿había chicas en esa cárcel?"
-"No, María, en esa cárcel no hay chicas..."
-"Entonces, bueno..."

(No, no hay chicas. ¿Por qué no hay chicas? Esa es otra pregunta y me da miedo saber la respuesta.)

Al cabo de un rato, empezó a preocuparse por la hora y por si habría venido su padre a buscarla y si estaría o no allí. Se levantó para echar un ojo mientras Ruhal seguía contestando a preguntas. Le preguntaban por su familia, por lo que había sentido, por sus planes de futuro, por lo que opinaba sobre las informaciones de la prensa... Yo me quedé con ganas de hacerle una pregunta. Me quedé con ganas de preguntarle qué podíamos decirle a una niña de 10 años que había definido su historia como un cuento feo y si creía que había posibilidades de crear un final feliz para el cuento, por muy feo que fuera.

Cuando volvió estaba más inquieta por el rato que había estado sentada y sin moverse, que por otra cosa. Y ya casi había finalizado el turno de preguntas y el acto en sí. La acompañé afuera y la dejé con su padre. Volví adentro a despedirme y al ratito me fui yo para casa, con una sensación agridulce. Pensé en el contraste de las risas mientras íbamos al museo y en lo que habíamos escuchado allí; en cómo habíamos pasado del sabor de las Oreo a la boca seca. No tenía muy claro si había hecho bien o no llevando a María. Pensé en ello un buen rato, hasta que caí en que ella me dirá, a su debido tiempo, qué impresión sacó. Por mi parte, estaba algo taciturna. Sigo sin entender qué extraño mecanismo nos convierte en depredadores de nosotros mismos. Al llegar a casa, además, me enteré de que, según algún honorable juez estadounidense, había estado escuchando a alguien a quien no se puede calificar exactamente como persona y que, por lo tanto, carece de derechos humanos. Sí, es verdad, es cierto que hay gente que no son exactamente personas... lo malo es que ocupen puestos de responsabilidad y dicten sentencias.

Pero, vaya, es posible que leer eso fuera el revulsivo que me hizo reaccionar. Dejadme ser optimista, a pesar de todo. Igual no conseguimos que el final del cuento sea completamente feliz, pero prefiero intentarlo a quedarme quieta. Por lo menos, puedo contribuir a que os enteréis del cuento. Y a pediros ayuda para crearle un final mejor.





martes, 15 de enero de 2008

Procrastinación


Tengo un grano en la mejilla, justo en una zona que se me curva cuando río. Me duele, debe estar a punto... tan a puntito que llevo todo el día riéndome con miedo por si en una carcajada le acierto a alguien en el ojo.

Pensaba esa tontería mientras tomaba una infusión. Sólo era poleo, pero podría haber ronroneado en cada trago; notaba el líquido dulce y calentito que me acariciaba la garganta. Tan feliz estaba que, de repente, he visto surquillos verdes por la taza y casi inconscientemente me he mirado el suéter por si me había autoimpuesto alguna condecoración; no sería de extrañar, porque estoy en un estado de placidez poco usual. No sé si se debe a haber ido a nadar. En ese caso, parece confirmarse la teoría de que echan algo más que cloro en el agua de la piscina.

O no. El caso es que dentro de un rato tendré que ir a buscar a María; desde el sábado, que estuvimos juntas, tengo ganas de escribir una entrada en la que ella interviene, pero sé que será una entrada triste y no me sale. Y creo que este estado de placidez está interfiriendo; no me siento capaz de reproducir las cosas que oí, ni me siento capaz de describir lo que pasó por mi cabeza el sábado por la tarde sintiéndome, como me siento, tan absolutamente relajada.

Ya ¿y el título? Bueno, sacad vosotros mismos las conclusiones que prefiráis... pero yo no pienso agobiarme. Hoy no.



miércoles, 9 de enero de 2008

Facts are loves... (and, give me cinco...)


Carlos Fabra Facts:

  1. Carlos Fabra puede ganar la quiniela… sin rellenarla.

  2. Cuando un juicio le va mal, Carlos Fabra no cambia de abogado. Cambia de juez.

  3. Fabra cobra intereses al mundo por existir. Luego destina el 0.7% a su perro.

  4. Carlos Fabra no deja propinas, las recibe.

  5. Antes de Fabra, Castellón se llamaba Castellín.

  6. Fabra se hace click en sus propios anuncios de Adsense… Y Google le paga.

  7. Hacienda somos casi todos. Todos menos Fabra.

  8. Los españoles pagan impuestos, los impuestos pagan a Carlos Fabra.

  9. Carlos Fabra no hace la declaración de la renta, la renta se le declara a él.




Recopiladas en Escolar, a partir de comentarios de Menéame. A ver si un día me explicáis bien qué es un trackback... mientras tanto, enlazo el artículo entero.

domingo, 6 de enero de 2008

Otra cultura es posible




MC Frontalot. Me he quedado a cuadros. Y es que no es para menos: y eso que seguro que me estoy perdiendo más de la mitad del juego ;-) ...

He acabado aquí por culpa de Menéame. Con esto de discutir del canon en tiempos de cólera, se me van los ojos a cualquier artículo que contenga párrafos como este:

"Tras el éxito de ventas de su primer disco “Y el cielo por encontrar” (BOA, 2001), Yamal comprendió que la industria discográfica no valora lo suficiente el trabajo de los artistas. Ante la política de encarecer los discos sin que los autores perciban más ganancias, Yamal decidió desvincularse de la industria para embarcarse en proyectos personales. Después de madurar durante 6 años un nuevo estilo, desafía a las discográficas publicando gratuitamente su esperando regreso. Para Yamal, la piratería musical no es un problema sino un cambio en el modelo de negocio y, por encima de todo, “un derecho de los consumidores a acceder a la cultura”.

Yamal, lo siento. Los músicos no ganan dinero con ventas, aunque lo hayas descubierto tarde. Eso es dinero para el intermediario. No ganan dinero con el Canon: ese dinero es para los de siempre. Los creadores, los artistas, el dinero se lo sacan a los conciertos. Ahí está el dinero. Y para la industria discográfica sois objetos que se venden."


Pero os recomiendo que leáis la entrada entera si queréis alucinar pepinillos de colores. A mí me ha recolocado alguna que otra idea. Leedlo todo, enterito y seguid los enlaces. Yo voy a repasármelo...

sábado, 5 de enero de 2008

The Homens



" ... si algunos somos tan sumamente estúpidos que animamos a la gente para que descargue nuestras canciones, si queremos que las copien y las regalen a los parientes, si nos encanta que las usen gratuitamente para ilustrar vídeos varios… ¿va a haber CD-Rs, DVDs, discos duros, memorias USB, etcétera, libres de canon para almacenar los temas de The Homens?"




Me gustan sus ideas y me gusta su música. Y suenan bien. Y, además, son gallegos ;-)

Por ofrecer todo eso y más, merece la pena que los visitéis, The Homens. Yo, por de pronto, voy a añadir su link a la sección de Música con todo el derecho, por confirmarnos que la música es un arte, una forma de vivir y de sentir y no un negocio mal entendido por presuntos paladines de derechos ajenos.

(Actualización y disculpas: Se me olvidaba, a estos chicos me los presentó un marciano :-) )

Mauro Entrialgo


Una de las mejores cosas de El País online en este último año era la tira.. o el blog... o el blog tira... o, en fin, esa genialidad de Mauro Entrialgo, Interneteos y Aparatuquis, que tanto me ha hecho reír (y pensar).

Hoy me he ido toda contenta a ver qué había publicado durante las navidades, y me he encontrado con que ha finalizado. El propio Mauro lo explica muy bien en su blog.

También nos recuerda que tiene otra tira diaria...



... y no puedo hacer otra cosa que recomendarla, claro. ¡Gracias, Mauro!

PD: Por cierto, no os perdáis su portfolio.