jueves, 29 de noviembre de 2007

La soledad era esto (Juanjo Millás)


Soy una mujer a punto de cumplir cuarenta y tres años y no sé cómo acabará esta entrada ni el hilo de mis razonamientos. Los noto demasiado próximos a la paradoja, aunque puede que esté exagerando y sólo sea un guiño tonto, una sucesión de casualidades, si acaso, algo graciosa. Pero no puedo dejar de contaros esta historia.

Tengo una pasión, los libros. Y una debilidad, Juan José Millás. Una tarde de sábado me fuí con mi hija a la feria del libro de ocasión. Como me conozco me pongo límites: no más de treinta euros en total, no más de seis euros por libro.

Siempre hago lo mismo: comienzo a escrutar sistemáticamente los puestos, anotando qué tengo, qué no tengo, qué no tendré nunca, qué tendría que tener, qué quiero para mí, qué quiero para los demás... Tenía que ocurrir todo en el último puesto, claro: si no, no tendría gracia. Había comprado tres libros y aún había algo de margen. Empecé a repasar los de aquel puesto y lo vi: "La soledad era esto". No lo tenía. Un libro de Juanjo Millás que no tenía. Lo abrí: una primera edición, de bolsillo, y vi que estaba firmado y me empezó a temblar la mano. Pero me fijé en el precio, doce euros. Lo miré, lo toqué, lo remiré, lo toqueteé... pero doce euros. No sé cuánto tiempo estuve echando cálculos, pero fue mucho y... lo dejé, me pareció mucho dinero y que me trastocaría el presupuesto de la semana. Seguí mirando libros, pero cada medio minuto volvía la cabeza hacia donde lo había dejado, como si tuviera miedo de que desapareciera de allí. ¡Qué cosas! Fue encontrar un libro de William Boyd -otro de mis vicios- en el mismo puesto y decidirme: lo tomé como una señal. En fin, qué tontería, supongo que no fue más que la certeza de que no iba a encontrar otro libro que me hiciera más ilusión que ese. Lo compré, aunque creo que era mío desde que lo vi.

Empecé a leerlo allí mismo, en la plaza. Mi hija y yo, cada una con su libro, esperando a que apareciera su padre. Y allí mismo me topé con la historia de una mujer de cuarenta y tres años que acababa de depilarse la pierna derecha cuando recibió la noticia de que su madre había muerto; y que tardó mucho mucho tiempo antes de depilarse la pierna izquierda. Tanto tiempo, que encontró antes los diarios de su madre muerta, seis cuadernillos, el primero de los cuales comenzaba así:

"Comienzo estas páginas que ignoro cómo llamaré o adónde me conducirán poco antes de cumplir cuarenta y tres años. Me repongo estos días de una bronquitis de la que he salido algo tocada y cuyas consecuencias, según me temo, no han dejado de suceder. "

Y, entonces, me di cuenta de que yo también estaba a punto de cumplir cuarenta y tres años, y de que su hija tenía cuarenta y tres años cuando encontró las historias que comenzaban cuando ella estaba a punto de cumplir cuarenta y tres años... ¿quién habría podido comprar ese libro si yo lo hubiera dejado? ¿sería otra persona a punto de cumplir cuarenta y tres años? ¿podría tener otra edad?

Tengo un amigo algo escéptico, que se rió cuando le conté eso; hasta insinuó que la firma de Millás podría ser falsa, lo que es otra forma de insinuar que podría ser verdadera. Yo también me reí. A ver ¿y qué me importaba? A esas alturas la anécdota de la compra sólo me parecía una historieta no muy graciosa. Yo estaba embobada con la metamorfosis de una mujer de cuarenta y tres años que, al descubrir los diarios de su madre, cae del limbo y se hace daño. Pero reacciona:

"Comienzo estas páginas que ignoro cómo llamaré o adónde me conducirán a los cuarenta y tres años, es decir, un poco más allá del punto medio de lo que se podría considerar una vida muy larga.

Diversos acontecimientos personales de complicada pormenorización me han situado en los últimos tiempos frente a la posibilidad de controlar activamente mi existencia. Me encuentro en el principio de algo que no sé definir, pero que se resume en la impresión de haber tomado las riendas de mi vida."

Imposible no meterme en una narración con tantos guiños, imposible no implicarme en una historia con tantos escenarios familiares... Demasiadas cosas que suenan demasiado parecido a lo vivido, demasiadas casualidades como para no tenerlas en cuenta, como para no tomarlas en serio. Como para no disfrutarlas. Como para no comparar su vida y la mía y como para no sacar provecho, aún sabiendo que su vida es inventada ¿y la mía? ¿Cuál es más real? ¿la que escribo yo o la que escribe Millás? ¿De verdad mi vida es más real que la que inventan para ella? Y si ella no es real y yo sí ¿por qué diablos piensa ella mis pensamientos?

"Bueno, pues la soledad era esto: encontrarte de súbito en el mundo como si acabaras de llegar de otro planeta del que no sabes por qué has sido expulsada. Te han dejado traerte un par de objetos que tienes que llevar a cuestas, como una maldición, hasta que encuentres un lugar en el que recomponer tu vida a partir de esos objetos y de la confusa memoria del mundo del que procedes."



Estoy a punto de cumplir cuarenta y tres años y no sé adónde llegaré, pero estoy segura de que disfrutaré del camino. Y de cada parada.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Cerrar la boca para hablar





La primera vez que vi esta escena (que, además, creo recordar que formaba parte de la promoción de la película) esbocé un sonrisa. O, más bien, fue el típico "¡jis, jis!" que se nos escapa torpe, con una mezcla cómplice de ganas de reír y la incomodidad de tus propios recuerdos sobre el tema.

Recuerdos de noches en la adolescencia, cuando despertabas y un cierto ruidito rítmico que venía de la habitación de tus padres te hacía decir "¡Ostras!". Recuerdos de alguna noche de marcha, en algún pub, cuando al ir al cuarto de baño notabas temblores rítmicos en la puerta del baño de chicas que te hacía exclamar "¡Ostras!". Por no hablar de tu propia cama, haciendo los ruiditos más inoportunos cuando pretendías ser discreta para que no fueran tus compañeros de piso los que dijeran "¡Ostras!"... Si hasta la buena de Amèlie Poulain conectó la cafetera para disimular los ruidos que llegaban del aseo. Y eso que estaba en París. Eso sí, no dijo "¡Ostras!".

Me cuesta expresarme a la hora de hablar de sexo. Recuerdo las conversaciones con mi madre, llenas de recovecos, de vueltas, de huecos, de metáforas más o menos elaboradas para decir lo que quieres decir sin decirlo. Y acabar no diciendo nada, claro. O conversaciones con amigas y amigos, más o menos explícitas, más o menos picantes, más o menos graciosillas, pero en las que casi siempre acabas con la sensación de que nos falta un hervor a la hora de abordar seriamente estos temas. De hecho, siempre esa maldita sensación de que sobran palabras, sobran chistes, faltan caricias, faltan besos, faltan mordiscos... sobran vergüencillas y tapujos, sobran bravuconadas y faltan el cariño y la franqueza. O lo que sobra es esa educación que nos dieron, tan capaz de caparte sentimientos y de fomentar remordimientos, como si amar fuera malo, acariciar te llevara de cabeza al infierno y desear se hubiera revelado como el peor de los crímenes.

Mi niña crece y dentro de nada ya no será una niña. Y despertará al sexo. Para que os voy a engañar, estoy asustada. Supongo que ella, después de la curiosidad inicial, lo estará aún más; y desconcertada, y confusa, y... ¿recordáis? Un recorrido largo desde las primeras consciencias... la búsqueda de información en cualquier sitio, las primeras mariposas en el estómago, los primeros besos, las inseguridades, las caricias torpes, los miedos... Aunque fue bonito y divertido. Y así debe ser, además. Y me gustaría que para ella fuera aún mejor de lo que fue para mí.

Deseadme suerte. O, mejor, deseadle suerte. Yo, por mi parte, os deseo todos los deseos del mundo.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Superar


Estoy contenta. Luz Casal ha superado un cáncer de mama; me alegro por ella, por mí (me gusta como canta esta mujer) y por todas las mujeres. Y por la humanidad en general, qué diantres.

Y luego me quedo pensando. Al hablar del cáncer nunca decimos "se ha curado" como en otras enfermedades. Decimos "se ha superado". Es como si reconociéramos que, bueno, ha pasado por esta vez, se ha superado y vamos a ponernos otra vez en marcha, pero con el resquemor de que algo puede quedar por dentro... que igual esas células caprichosas no han entendido el daño que hacen multiplicándose tan aprisa.

También solemos utilizar el verbo superar para referirnos a las secuelas de las relaciones que acaban mal. ¿Quiere eso decir que no te curas de ellas? ¿te puedes curar de esa sensación de tener un trocito de ti vacío y como rellenándose de escarcha? ¿o te tienes que conformar con poder superar el que los sueños que tuviste un día, las ilusiones, los proyectos, las alegrías, las dificultades, las complicidades... se vengan abajo y te dejen con cara de póker, mirando por la ventana como si estuvieras viendo algo interesante a través del cristal? Ayer, haciendo la cena, me puse a pensar en papeles y me sorprendí a mí misma intentando apartarlos de mi cabeza -¿los papeles, los pensamientos, a él, qué?- con el mismo movimiento que me sale cuando pienso en la muerte y la quiero sacar de allí... ¡Idiota! :-) ¿Sigues jugando a cerrar los ojos y decir "No estoy", como los nenes? Míralo. No te hará daño si no te dejas. Lo estás haciendo bien, sigue. Cúrate.

El cáncer es una enfermedad. Y el cáncer se cura. Te puede matar. Pero lo único que de verdad de verdad te mata, es la vida.

Felicidades, Luz, te has curado.
Felicidades, servidora.



domingo, 18 de noviembre de 2007

La vida en un bus


Llevaba tanto tiempo en la parada que cuando llegó el autobús parecía que se le habían fundido las manos en los bolsillos de la cazadora. Cosa que era, por otra parte, bastante habitual en la liturgia diaria, liturgia que comenzó en cuanto el vehículo frenó: coger la mochila de forma mecánica, subir al vehículo de forma mecánica, cancelar el bono de forma mecánica y sonreír al conductor de forma mecánica. Todo muy educado, muy ensayado.

Así, de forma mecánica, se fue hacia la parte trasera para sentarse. El siguiente movimiento mecánico consistía en tirar la mochila sobre un asiento mientras se sentaba en el de al lado. O, al menos, lo intentó. Porque notó algo extraño, como un cojín, mientras una voz chillaba, quejándose.

-"¡No!"

Se levantó de un salto, sorprendida. Miró alrededor, buscando a quien quisiera que se hubiera quejado. No había nadie cerca. Volvió a intentar sentarse pero, entonces, se hizo evidente: había un hueco entre ella y el asiento, no llegaba a tocarlo, era como si estuviera sobre un cojín... No podía creer a sus ojos; extendió la mano y tocó... ¿una pierna? ¿estaba tocando una pierna? ¿estaba sentada encima de... ?

Su propio grito se hubiera confundido con el chillido que llegó a sus oídos, en el supuesto de que hubiera podido salir algún sonido de su garganta, que entre la sorpresa y el pavor, se negaba a funcionar. Porque, además, cuando intentó levantarse se encontró con que unos brazos la sujetaban por la cintura, mientras el mismo chillido le seguía taladrando los oídos. Era como si se hubiera sentado sobre alguien. Un bache en la carretera pareció sacudir el autobús, justo antes de parar en un semáforo. ¡Se había sentado encima de alguien, pero allí no había nadie! No le llegaba el aire y empezó a jadear, mientras pataleaba y movía los brazos de forma desesperada, aunque nadie parecía darse cuenta de que estaba pidiendo ayuda. En el autobús iban un par de chavales con sus respectivos reproductores de música que, por supuesto, no oían nada que no estuviera registrado como un fichero mp3; y en cuanto a la abuela que dormía en el asiento junto a la puerta... no parecía ser la ayuda más propicia.

-"No me hagas daño, no me hagas daño, por favor, deja de golpearme...!"

El autobús arrancó de nuevo. Cada vez estaba más confusa, más nerviosa, y oír voces de la nada y sentir que estaba sentada sobre el hombre invisible no estaba contribuyendo a tranquilizarla. Seguía sin poder articular palabra y sin poder levantarse... seguía moviendo brazos y piernas, sin saber si era para defenderse o en un intento vano de llamar la atención de los pocos viajeros, que seguían ignorando lo que estaba ocurriendo allá atrás. El forcejeo se mezclaba con los saltos debidos al mal estado del firme.

-"Te digo que me haces daño, ¡para, por favor, me haces daño, me haces daño...!"

Y oyó un llanto. Ella misma estaba a punto de llorar, pero oía una nota de tristeza en el llanto que acabó desarmándola y cortó la escalada del pánico. Intentó respirar y apelar a una sangre fría que no tenía para calmarse. Controlando como pudo el ladrillo que sentía en el estómago y el nudo que amenazaba con dejarle la garganta inservible para siempre, se oyó preguntar:

-"... Pero ¿a quién, diantres? ¿qué.. ? "

Se le cortó la voz; seguía oyendo un llanto, pero notaba que se aflojaba la presión en su cintura. Si pegaba un salto, podría librarse y...

-"... Estaba durmiendo... eres mala, me has hecho daño... "

Aquel gimoteo tuvo la virtud de devolverle algo de aplomo. ¡Vaya! Resultaba que ella era mala y que era ella quien se dedicaba a asustar ¿qué? ¿fantasmas? ¿gnomos autobuseros?

-"Pero ¿quién eres? ¿qué eres?"

El gimoteo paró un poco, y oyó algo parecido a un sorbeteo de mocos. Sería un fantasma, pero le estaba resultando algo llorón. Estaba empezando a sentir más enfado e impaciencia que miedo. El autobús pegó un frenazo que le ayudó a levantarse y se vio a sí misma mirando a un asiento vacío y pidiéndole explicaciones.

-"Ni yo mismo sé ya quién soy. Apenas recuerdo nada que no tenga que ver con este autobús... Creo recordar que hubo un tiempo en que vivía en otro sitio y utilizaba el autobús sólo para ir de casa a otros sitios... "
-"¿... Y?"
-"No sé, apenas recuerdo cómo fue... creo que una tarde pillamos un atasco enorme... estuvimos casi dos horas parados... y ese día me levanté del asiento algo azulado... no le di importancia, creí que era la luz... "
-"¿Azul?"
-"Sí, del mismo tono que los asientos... "- ella dio un respingo; se había sentado al otro lado del pasillo y casi se levantó de un salto. Como al mismo tiempo el autobús frenó, estuvo a punto de caer -"¡Ten cuidado! Este chófer no es muy cuidadoso... pero es muy despistado y le puedo robar el almuerzo cuando quiero."
-"¿Robarle el almuerzo..? ¿...por qué?"
-"Bueno, tengo que comer... No, no mires para allá, me he cambiado de asiento para no tener que hablar tan alto, ahora estoy delante de ti; verás, no puedo salir del autobús. Vivo aquí, no podría vivir en otro sitio... Aquel día del atasco algo empezó a cambiar dentro y fuera de mí... "

Habían llegado a otro semáforo. Se oyó un suspiro y lo que fuera que fuese que le hablaba, prosiguió su relato.

-"Una mañana... sí, fue una mañana en el atasco de la rotonda de la entrada al boulevar, en el atasco de las nueve... el tono de mi piel ya no me importaba, pero... mi cabeza empezó a parecerse al respaldo del asiento; empezó a tomar una forma cuadrada y cada vez más plana. Pero fue cuando empezaron los atascos frente a la estación... "

Se interrumpió. Ella tragó saliva. El autobús estaba parado a pocos metros de la parada de la estación desde hacía un buen rato. Miró inquieta a sus propias manos ¿estaban poniéndose de color azul? No, decidió que era un reflejo de la luz del camión que estaba pasando a su altura...

-"Resistí uno. Al segundo, fue imposible resistirse. Literalmente comencé a desaparecer en el asiento, me confundía con él. Y no podía levantarme, me resultaba imposible. Estuve tres días atrapado en el asiento sin poder moverme. Para cuando me di cuenta el asiento y yo éramos uno, indistinguibles. Decidí no volver a bajar, no podía ir así por la calle... "

Por fin, arrancó el autobús y cruzó hacia el centro de la ciudad. Reprimiendo un suspiro, sucumbió a la curiosidad.

-"Pero ¿cómo sobrevives aquí dentro...? ¿qué comes? ¿cómo duermes?"
-"La gente abandona muchas cosas en el autobús... se deja bebida, al cabo del día reuno varios restos de botellines de agua; y se deja comida, sobre todo caramelos y paquetes de galletas. De vez en cuando, algún niño se deja la merienda. El otro día me encontré un bocata de chorizo. Y este chófer siempre olvida su almuerzo, ya sabes. A esa abuela que está durmiendo junto a la puerta, le tengo que agradecer una chaqueta... con lo que está empezando a refrescar se lo agradecí mucho. Tú misma, ayer, te dejaste un periódico... "

Asintió. Le entró un escalofrío por la espalda, de repente fue consciente de que todo el tiempo que pasaba en el autobús le había estado controlando, podía espiarles y contar la historia de tantos viajes día tras día... No sabía qué sentir, si repulsa, si lástima... si vergüenza. Giró la cabeza hacia la puerta. Uno de los chicos con mp3 bajaba en aquella parada.

-"Hay cuestiones más... incómodas"- la voz proseguía su relato como si se hubiera ensimismado, como si hubiera descubierto el placer de hablar después de mucho tiempo sin hacerlo -"Pero todos los autobuses tienen un cubo con su fregona. Además, la gente suele ser tan poco cuidadosa... vamos, que es guarra. Me tendría que dar coraje reconocerlo, pero nadie se asusta demasiado si ve un charco en el suelo. Si hay suerte, puedo ser discreto; si no, pues... me empiezo a dar cuenta de que no importa mucho, en general... y, a veces hay suerte, y puedo usar el agua del cubo para lavarme... "

La conversación estaba empezando a intranquilizarle de nuevo. No sabía qué hacía hablando con un hombre ¿invisible? a las nueve menos diez de la noche, mientras el autobús seguía pegando frenazos y saltos, hacia su parada.

-"Estoy esperando al nuevo transporte ese, el de vía reservada... tengo curiosidad por saber si será más divertido que estos viejos autobuses... Si cruzan por el parque como dicen, por lo menos, veré más gente y menos coches... "

Faltaba poco para su parada. No sabía bien si podía decir algo para ayudar o...

-"¿Necesitas algo?"
-"No me vendría mal algo de papel higiénico... "
-"¿... Un paquete de Kleenex?"
-"Sí, eso también iría bien... "
-"Hombre, si mañana me acuerdo, podría traértelo.. "

Ya casi estaba en su parada. Cogió la mochila y se levantó para tocar el timbre de aviso. De repente, giró y preguntó con expresión preocupada:

-"¿Por qué nunca antes habías dicho nada...?"
-"Sí que te había hablado antes. Pero aún no habías pasado el suficiente tiempo en el autobús como para poder escucharme..."

viernes, 16 de noviembre de 2007

martes, 13 de noviembre de 2007

La Luna en Botella


Me he encontrado el texto que sigue en El Guionista Hastiado. Por lo que he visto, el tráiler y la página web de la película, creo que se merecen que ayudemos a difundir su trabajo. Y a desearles mucha, mucha suerte. La van a necesitar: la película va de ilusión, de imposibles y de esperanza.


Hola,
Estamos a punto de estrenar una película, LA LUNA EN BOTELLA, y nos hemos encontrado con las dificultades típicas de la falta de presupuesto para la promoción. Con el inminente cierre de Sogecine (50% de la producción de la película, junto con Ikiru Films), la peli se ha quedado huérfana de distribución y saldrá con muy pocas copias y sin apenas promoción.

Yo soy Grojo, director y guionista de la peli, y mi reto es que el mayor número de gente pinche y vea el trailer que hemos colgado en YouTube. Es fácil, es gratis, y es la única manera que tenemos ahora mismo de movernos. Si superamos las 250.000 visitas, seríamos el trailer español más visto de la historia de YouTube. ¿Para qué? Para hacer ruido, para que la peli suene, para que se vea y sea el público el que decida si ha merecido la pena. Y para eso necesito tu ayuda. El poder de la red se ha demostrado innumerables veces, pero casi siempre en Estados Unidos. Sería interesante comprobar cómo funciona la blogosfera española ante una situación viral de este tipo. No se ha hecho nunca. Por eso mola.

Pero antes querrás saber más de la LUNA.

LA LUNA EN BOTELLA es mi primera película, y tengo la suerte de haber trabajado con actores como Edu Soto, Bárbara Goenaga, Dominique Pinon, Leigh Zimmerman, Pep Jové, Paco Algora y Federico Luppi. La banda sonora es de René Dupéré, compositor de la música del Cirque du Soleil, y el póster lo está haciendo Dave McKean (Sandman). La peli se estrena el próximo 16 de noviembre de 2007.

LA LUNA EN BOTELLA es un cuento coral de personajes que intentan conseguir lo imposible, y dicen NO a sus vidas, lo que puede resultar tan difícil como meter la luna en una botella. Pero el que lo intente, como dice uno de los personajes en la película, será un valiente, no un loco.

Grojo


No os pongo el tráiler: os dejo su enlace en You Tube... ¡qué hay que ayudarles! ;-)

Killer Bean Forever




Página oficial de la película


Hay sueños que merecen ser perseguidos ¿no? :-)


El Jueves (martes y 13)



La página de verdad

miércoles, 7 de noviembre de 2007

lunes, 5 de noviembre de 2007

Sueños equivocados


Cuando una regresa a los escenarios recorridos hace años, corre el riesgo de encontrarse con trozos de su pasado que no sabe cómo manejar. Puede ser tan bochornoso como encontrar trozos del pasado convertidos en retales astrosos; como esas banderas que pasan demasiado tiempo al sol y ondean sus desflecados sin ningún recato, en una exhibición que se justifica porque deben estar allí, ondeando, intentando lucir gallardas a pesar de su aspecto descolorido y raído.

Habíamos ido a la cantina en busca de un botellín de agua.


"¿Tienes algo de chatarra para la máquina del agua... ?"


Le vi cuando incliné la cabeza, mientras rebuscaba monedas en el bolsillo.

Y empezaron a acudir los recuerdos, como flashbacks en una película. El libro de matemáticas en alemán, dejando claro que había una diferencia, que no era como nosotros, porque sigo sin creerme que las derivadas se entiendan mejor en alemán que en castellano. El mohín cansino, como de tertuliano agotado y que se cree imprescindible, mientras dejaba caer a quien quisiera oírle que debía acudir a esa reunión por nosotros, cuando lo cierto es que moriría si no hubiera tenido excusa para estar allí. O la crueldad calculada de pontificar sobre el suspenso masivo de sus compañeros en el primer parcial de aquella asignatura, como si alguno de nosotros no tuviera claro que sólo estaban su sobresaliente y nuestros suspensos.

Le miré mientras recordaba estas cosas.

Y comencé a sentir lástima porque, a su modo, había intentado ser fiel a sí mismo. Eso lo tengo que reconocer, aun desde la ingratitud de alguien que nunca le quiso. Renegó bien a conciencia de la única decisión que tomó en su vida que le hizo simpático a mis ojos. Tras una temporada en que parecía humano, llegó la beca y con la beca se materializó su sueño. Pero a costa de herir a los que se interponían. Hiriéndola a ella y a los que creíamos que había cambiado. Volvió a sus tics de divo, al discurso hinchado y artificial, a necesitar creer que era más que nosotros. Me defraudó, pero tampoco sé si se lo puedo echar en cara. Como he dicho, tuve que reconocer que, al menos, había sido fiel a sí mismo y estaba persiguiendo su sueño, el sueño que había tenido toda su vida, su sueño americano. Un sueño que aún ahora le está pasando factura, estoy segura. Que estuvo a punto de consumirle, si es que no le ha consumido.

Me dio lástima.

Porque estaba allí sentado con la mirada vacía y le recordé persiguiendo su sueño. Pero también recordé como acabó; y me vinieron a la cabeza las historias que cuento en clase sobre Gödel, sobre Cantor, sobre Frege... y en como acabaron ellos, sus sueños y sus vidas; no creo que merezca la pena ser un genio (o intentar serlo) para acabar quemado, confundido y perdido en medio de todo lo que uno ha soñado y anhelado. Me dio lástima y al mismo tiempo me noté cruel, porque no pude dejar de pensar que había una diferencia entre él y yo. Si fuese él mismo quien se estuviera mirando hace veinte años tal como es ahora, no se daría lástima. Le entraría pánico.

Dejé de rebuscar en el bolsillo, había encontrado las monedas.


"Toma, 40 céntimos ¿te sirven... ?"


Cogimos el botellín de agua y nos fuímos.

Le desearía nuevos sueños, pero no estoy segura de que acepte la mediocridad de ser feliz. Seguirá ondeando, descolorido y raído, en su mástil.

Drogas legales

Esas cosas que les pasan a los otros, a las parejas de los otros, a los hijos de los otros... hasta que te estallan en la cara a ti.

Alcohólicos compulsivos, en El País.



oooOOOooo


Actualización (16/11/2007) : La droga legal mata más en España que la ilegal.