sábado, 24 de noviembre de 2007

Cerrar la boca para hablar





La primera vez que vi esta escena (que, además, creo recordar que formaba parte de la promoción de la película) esbocé un sonrisa. O, más bien, fue el típico "¡jis, jis!" que se nos escapa torpe, con una mezcla cómplice de ganas de reír y la incomodidad de tus propios recuerdos sobre el tema.

Recuerdos de noches en la adolescencia, cuando despertabas y un cierto ruidito rítmico que venía de la habitación de tus padres te hacía decir "¡Ostras!". Recuerdos de alguna noche de marcha, en algún pub, cuando al ir al cuarto de baño notabas temblores rítmicos en la puerta del baño de chicas que te hacía exclamar "¡Ostras!". Por no hablar de tu propia cama, haciendo los ruiditos más inoportunos cuando pretendías ser discreta para que no fueran tus compañeros de piso los que dijeran "¡Ostras!"... Si hasta la buena de Amèlie Poulain conectó la cafetera para disimular los ruidos que llegaban del aseo. Y eso que estaba en París. Eso sí, no dijo "¡Ostras!".

Me cuesta expresarme a la hora de hablar de sexo. Recuerdo las conversaciones con mi madre, llenas de recovecos, de vueltas, de huecos, de metáforas más o menos elaboradas para decir lo que quieres decir sin decirlo. Y acabar no diciendo nada, claro. O conversaciones con amigas y amigos, más o menos explícitas, más o menos picantes, más o menos graciosillas, pero en las que casi siempre acabas con la sensación de que nos falta un hervor a la hora de abordar seriamente estos temas. De hecho, siempre esa maldita sensación de que sobran palabras, sobran chistes, faltan caricias, faltan besos, faltan mordiscos... sobran vergüencillas y tapujos, sobran bravuconadas y faltan el cariño y la franqueza. O lo que sobra es esa educación que nos dieron, tan capaz de caparte sentimientos y de fomentar remordimientos, como si amar fuera malo, acariciar te llevara de cabeza al infierno y desear se hubiera revelado como el peor de los crímenes.

Mi niña crece y dentro de nada ya no será una niña. Y despertará al sexo. Para que os voy a engañar, estoy asustada. Supongo que ella, después de la curiosidad inicial, lo estará aún más; y desconcertada, y confusa, y... ¿recordáis? Un recorrido largo desde las primeras consciencias... la búsqueda de información en cualquier sitio, las primeras mariposas en el estómago, los primeros besos, las inseguridades, las caricias torpes, los miedos... Aunque fue bonito y divertido. Y así debe ser, además. Y me gustaría que para ella fuera aún mejor de lo que fue para mí.

Deseadme suerte. O, mejor, deseadle suerte. Yo, por mi parte, os deseo todos los deseos del mundo.

6 comentarios:

Mars Attacks dijo...

Yo me las apañé muy bien solito con un par de libros de sexología que han rondado toda mi vida en mi cuarto. Era un poco viejo, de los 70 o así, e incluso a mi corta edad le notaba un aire como de revenido y científicamente "casto-moralinoso", pero bueno... supongo que para lo básico, tenía más que suficiente :)

Yo creo que empezaría con lo básico, buscando el documental ése sobre todo el ciclo de vida desde el acto sexual hasta el parto, y luego ya empezaría con cómo evitar todo lo que hay después de los primeros dos minutos :D

¡Suerte!

servidora dijo...

Yo me las apañé muy bien solita... hasta que empecé a querer apañármelas acompañadita ;-)

Quiero decir, que lo que me da miedo no es hablarle de tecnicismos (trompas de Falopio, ovarios, penes, gónadas, vaginas, clítoris, menstruaciones y demás fauna), sino de todas esas cosas que una no sabe muy ni como expresar ante sí misma... sabiendo de antemano que es su vida y no sé hasta que punto necesitará ayuda o tendré derecho o no a meterme. Sabiendo que pasará por ciertas alegrías, ciertos placeres, ciertos dolores, muchas dudas...

En fin, que tiene que vivir ella su vida y yo no puedo hacer otra cosa que intentar ayudar. Y eso es cierto en relación al sexo y en relación a todo, en realidad. Es posible que empiece a pensar que a partir de ahora las cosas empezarán a ir más rápido y me entre vértigo, en general.

PepeDante dijo...

En ese aspecto yo he tenido una gran suerte con mis padres, y creo que mi hermano la está teniendo también. Sin embargo es curioso como con la edad les ha entrado el pudor de hablar de sexo cuando hace 20 años no lo tenían, creo que les cuesta más trabajo ahora que antes.
Cambiando de tema, ¿son dos escenas muy parecidas en Delicatessen y Amelie, o me estoy haciendo un lío?

servidora dijo...

Ays, la habré liado yo :-)

La escena es de "Delicatessen". Lo que pasa es que en el texto hago referencia a la escena de "Amèlie" en la que se van ¡qué casualidad! el Dominique Pinon y la estanquera al cuarto de baño y amenazan con dejar al café sin ninguna botella sana.. que la buena de Amèlie conecta la cafetera para dismular el "ruidito".

Iván dijo...

Antes que nada, hola! Aquí estoy para devolverte el saludo en mi blog. Aunque el sitio parece interesante, así que supongo que seguiré por aquí. En lo referente al tema del sexo, creo que lo importante no es si te metes mucho o no en su vida, sino que ella sepa que puede contar contigo para ese tipo de cosas. Cuando yo pasé por esa etapa reconozco que me dejaba guiar mas por los amigos, o por la propia experimentación (muchas veces de los errores se aprende) pero lo importante es que siempre supe que mis padres (o para ser sincero mi madre) estaba ahí para hablar del tema y para preguntarle cualquier cosa. Eso si, sigue siendo de la generación que cambia rápido de canal en cuanto aparece alguna escena 'subida de tono'.

Un saludo!

servidora dijo...

Pues muchas gracias, meu. Y es bonito lo que has dicho y tienes razón... en esto, como en todo, lo importante es que sepa que estoy ahí, cuando lo necesite :-)

Esto... tengo una duda ¿me has reconocido a pesar del tono amarillento de la piel o no? ;-)