domingo, 22 de marzo de 2009

Mantra


Treinta y seis cuarenta y cinco setenta y dos
Treintayseiscuarentaycincostentaydos
364572
36 45 72
Tre in ta y se is cua ren ta y cin co se ten ta y dos
TREINTA Y SEIS CUARENTA Y CINCO SETENTA Y DOS
3 6 4 5 72
Treintayseis cuarentaycinco setentaydos
36
45
72
Treinta y seis
Cuarenta y cinco
Setenta y dos
36 treinta y seis 45 cuarenta y cinco 72 setenta y dos
Treinta y seis Cuarenta y cinco Setenta y dos
036 045 072
Treinta y seis, cuarenta y cinco, setenta y dos...


(Estoy ingresada desde el domingo 15. Y no sé por qué esos números no se me van de la cabeza, aparecen sin llamar...)

(Y, sí, he pillado una wifi de casualidad...)

viernes, 13 de marzo de 2009

Segundo ciclo


Pues sí señores: segundo ciclo de quimioterapia. El miércoles me fui tan feliz al hospital, contando con pasar allí el día. Nota mental: para el tercer ciclo tengo que ir con la maletita hecha... seguro que también toca ingresar :-)

Un par de días. Pero es que el proceso es largo. Se pasan un día hidratándome; y es el segundo día cuando ya me ponen la quimioterapia. Que tuvo su parte graciosa, con maratón final acuático incluido. El caso es que el proceso sigue un protocolo: gotero de limpieza, gotero con medicamento A, gotero de limpieza, gotero con medicamento B, gotero de limpieza y, de nuevo, hidratación (o sea, dos litros de suero fisiológico para dejar las cañerías bien limpias).

Empezamos. Y cuando llegó la hora del medicamento A ya me advirtieron: "Te puede provocar una reacción, congestionarte y notar los riñones como agarrotados, avisa si eso ocurre... Empezamos con una velocidad baja de goteo y dentro de diez minutos, la subiremos". Bien, cincuenta mililitros/hora de goteo... a los diez minutos me habían subido a cien mililitros/hora... y a los cinco minutos había presentado la reacción que me habían descrito. Buf, hubo que volver a ponerlo a cincuenta. Recuperé mi aspecto normal (me había vuelto una especie de cruce entre tomatito y pimiento morrón) y me dispuse a esperar. Las matemáticas es lo que tienen: si tienes un gotero de doscientos ochenta mililitros y te lo están inyectando a cincuenta mililitros/hora... pues salen como cinco horas ¿no? En fin, qué os voy a contar: me vi pasando otro día en el hospital. O saliendo a hurtadillas a las tantas de la madrugada, con nocturnidad, alevosía y esquivando a guardias de seguridad con mi pata chunga a la pata coja :-)

Pero las mismas matemáticas que me condenaban a estar cinco horas pendientes de ese gotero, daban también otras soluciones. A medida que se acercaba la hora, la enfermera que me estaba suministrando la quimio también echaba cuentas: "Hmmmm... a ver, este dura hasta las cinco de la tarde... luego un cuarto de hora, una hora para el segundo gotero de quimio, un cuarto de hora... y, bueno, claro, luego está la hidratación... hay que contar con tres o cuatro horas... aunque, ¿y cómo llevas lo de beber agua? me da lo mismo cómo te hidrates, mientras los riñones queden bien limpios".

¿Beber agua? ¿yo? ¿y me podré ir a casa? ¿cuántos litros? ¿dónde hay que firmar? :-)

A las cinco y media retiramos el dichoso gotero lento. A las siete y media, estaba fuera el gotero del segundo medicamento de la quimio y alguien dijo:"¡¡Empieza a beber, YA!!".

Y empecé a beber agua. Tres litros en menos de dos horas, para ser más exactos. Mi estómago iba adquiriendo el mismo aspecto que un globito y cuando me movía se oía un choclochot, choclochot... curiosísimo. Pero lo hicimos. Y volví a casita ;-)

Como anécdota, al llevar cuenta de cuánto líquido se introdujo en mi cuerpo estos dos días, así a bote pronto os puedo decir que por goteo entraron más de diez mil militros (se dio la vuelta del contador de líquido del aparato que controla los goteros), más los tres litros que bebí. Total, casi catorce litros, casi nada. Ahora que la velocidad de desalojo del líquido, tampoco estaba nada mal: nos obligaban a guardar la orina para hacer un recuento al final del día y creo que batí algún que otro récord en cuanto al número de botellas llenadas. Espero que mis riñones hayan quedado esplendorosos :-D

Cuestión aparte son mis venas, cada vez les cuesta más pillarme una vía en condiciones. Me pasé todo el día preocupada de que no aguantara, pero lo hicimos, lo hicimos...

Y cuando pongo "lo hicimos", es que lo hicimos entre todos. Me da algo de vergüenza, porque hay gente de la que no sé el nombre, pero toda la gente que trabaja en la sala de Oncología Hospitalaria es la caña. No sé quién eres (creo que no habíamos coincidido antes, además) pero mira que te preocupaste buscándome una buena vía y lo que sufriste hasta que me la encontraste (te juro que la cuidé mucho de tu parte, eh). Gracias también por el vendaje para la trombosis. Y Cinta echándome las cuentas para que me pudiera ir a casa y ofreciéndome la solución de empezar a beber agua. Y Juanma, siempre tan majo y tan correcto, y Dani que siempre que le preguntas aunque vaya escopetado encuentra el rato para parar y explicártelo todo más despacio, para salir luego corriendo de nuevo. Y, sobre todo, mis chicas que me cuidan, que se preocupan de que la merendola sea de mi agrado y velan porque en la cocina no se despisten con mis comidas (¡claro, con tanta indeterminación entre momento de alta y de poder irse! ;-)) y se preocupan de que tenga un pijama limpio y me cuidan con todo el cariño... y que tampoco sé todos sus nombres, diantres, y mira que ya nos hemos visto veces (jo, qué rabia me da...). Y no es que me olvide del jefe, pero es que esta vez toca hablar de quien toca. De verdad que todos son tremendos y hacen sentir muy bien a los pacientes (¿impacientes? :-)) que pasan por ahí. A mí, por lo menos, me lo parecen :-) No. Qué diantres, lo son.

Hasta el tercer ciclo.

Anteayer hubo Luna llena...


Vivo en el primer piso de un edificio de nueve plantas. Mi casa está completamente rodeada de otros edificios, así que cuando miro por las ventanas no puedo ver el cielo. Pero tengo la suerte de tener mi trocito de patio que me deja un atisbar mi cuadradito de cielo. Insuficiente, en el que apenas veo nada... miope por falta de visibilidad y sin poder distinguir en él apenas dos o tres estrellas... pero es mi trocito de cielo.

Y el pasado lunes salí al patio cuando acababa de anochecer y me encontré de bruces con una Luna grande, brillante, que casi estaba llena. Y me quedé quieta mirándola, mientras caía en que hacía más de dos meses que no la veía. Demasiado tiempo.

Acabo de pasar un par de días en el hospital. Me tocaba el segundo ciclo de quimioterapia y, en mi caso, el proceso es algo largo. Me resulta curioso. No sé si al estar en el hospital me calmo, pero me han venido bien este par de días para pensar. Llevaba una semana bastante inquieta, nerviosa, impaciente y hasta caprichosa. Supongo que no estoy llevando muy bien la trombosis. Pienso en que si no tuviera la pierna tan hinchada estaría casi bien, sin notar nada y llevando una vida casi normalita. Y eso me impacienta demasiado, no llevo bien la inmovilidad.

Y el fin de semana pasado me dejé llevar; o, mejor dicho, me regodeé en dejarme llevar y sentirme mal. Murió mi suegro. Pero si soy justa, tengo que reconocer que no fue eso lo que me afectó, era yo misma la que me estaba taladrando la cabeza. Me sentía sola. Muy sola. Soy consciente de que escribir esto es algo tremendamente injusto, porque si hay algo que es cierto es que no estoy sola para nada. Sigo asombrada de la cantidad de gente que me está apoyando, animando, preocupándose por mí y dejando de hacer cosas por estar conmigo, por acompañarme, por mimarme... es increíble. Y, sin embargo, tenía esa sensación, soledad. Si lo pienso, tengo que reconocer que, bueno, es posible que haya algo de "normal" en ese sentimiento. Tengo que encontrar una forma de enfrentarme a esto sola, porque cabe la posibilidad de que no salga bien y, si eso ocurre, pues ocurrirá algo que tendré que pasar yo y sólo yo. Pero lo de este fin de semana fue caer en el desánimo por caer en el desánimo. Hay gente que me dice que me merezco enfadarme y patalear de vez en cuando, pero no creo que sea una solución. Aún tengo que aprender a calmarme y a tener más paciencia. Simplemente, porque yo lo valgo. Dejarse caer, dejarse llevar es fácil, pero no es ni inteligente, ni efectivo. No ayuda.

Me han venido bien estos dos días de estar en el hospital, más calmada que en casa, vaya usted a saber por qué. Sé que voy a conseguirlo, que acabaré haciéndolo bien.

Y ¿sabéis qué? Cuando ayer volvía del hospital a casa, al girar una esquina me encontré, de repente, con una Luna hermosa, radiante y estupendísima... Y nos guiñamos un ojo :-)

lunes, 9 de marzo de 2009

Una historia robada...


Esta historia la escuché, como un regalo, al anochecer de una tarde de sábado, ingresada en el hospital. La robé con los ojos cerrados y muy calladita...


... Aún me acuerdo de aquella tarde, era cuando te tenían en la UCI, todo el día dormida, veintitres horas al día completamente dormida, para que te recuperaras del aneurisma. Cuando llegué, tú estabas sedada, él te estaba haciendo masajes, despacito, muy despacito. Paró un momentito y me pidió que controlase el medidor del pulso. "Voy a echarle algo de crema hidratante, le relajará las piernas... ¿te importa controlar que el pulso no pase de cien? Si lo hace hay que avisar...". Le dije que sí, me senté frente a vosotros y busqué el móvil en el bolso para apagarlo. Él empezó a extender la crema por tus piernas, haciendo pequeños círculos, primero por los tobillos, luego por las pantorrillas y seguía con su masaje y... cuando quise darme cuenta, casi ni pude reaccionar ¡tenías el pulso a ciento diez y seguía subiendo, tuve que decirle que parara!


Seguramente soy una cotilla y no tendría que contar historias que no me pertenecen. Pero esta necesitaba compartirla, necesitaba contar como el amor y el cariño pueden trascender un coma inducido en una UCI de un hospital...

sábado, 7 de marzo de 2009

Windy shade of winter


Anteanoche oía soplar el viento en la cama, a eso de las cinco de la mañana y me hacía estremecer. No me gusta ese ruido, no me gusta la sensación de frialdad que transmite, ni la sensación de cosas rompiéndose y destrozándose que me produce...

Y cosas rompiéndose. Me cuenta un amigo que les desmontan la empresa, que despiden a seis personas y se quedan sólo cinco en plantilla. Y cosas destrozándose. María no durmió ayer con su padre, porque el hombre tuvo que salir urgentemente hacia Galicia, el abuelo de mi niña está muriendo...

Hoy ya no hacía viento, cambió el tiempo y hacía hasta recalmón. Qué curioso contraste de días, el viernes y hoy. ¿Reconforta ese cambio? No estoy segura. Pero empuja hacia delante.

Por cierto, tirando de enlaces de acceso al blog desde mi medidor de estadísticas, me entero de que en un foro médico me han dado por muerta hace un mes.

Y, como diría Mark Twain, puede que sea una afirmación un tanto exagerada ¿no?





miércoles, 4 de marzo de 2009

Oferta





;-) :-D

martes, 3 de marzo de 2009






Tomates verdes fritos. Me gusta esa película, su historia de amistad y sus guiños a referentes casi mágicos. Está la bonita historia del lago que desapareció cuando los patos que se habían posado echaron a volar tras una repentina helada. Pero como una tiene su aquel con ciertos bichitos, la historia que me hace contener el aliento es la historia de la encantadora de abejas...

Pues, por lo que parece, a una servidora le va a tocar convertirse en encantadora de trombos. Llevo tres días con una pierna completamente desfigurada a causa de una trombosis.

El viernes, por fin, salí a la calle y estaba tan feliz. Bueno, parecía que me apretaba un poco la pierna izquierda del pantalón, que el vaquero tiraba algo... tampoco nada importante. Pero el sábado ya estaba importantísima. Y el domingo se me puso tremenda. Casi todo el día en urgencias, placas, reconocimientos, ecografías, analíticas... y yo, por mi parte, aburrida, cansada, cabreada... estallé. Me he prometido tener paciencia, me he prometido no dejarme llevar por una arroutada. Pero a eso de las siete de la tarde estallé: llevaba tres horas en una camilla sin saber qué iba a pasar, si me tocaba ingresar otra vez, si podría salir, qué me iban a hacer o a qué diantres estaban esperando para hacerme algo. Y, no podía evitarlo: me pasé toda la tarde pensando en Pepe Rubianes. Me caía bien. Y ni siquiera sabía que estaba enfermo...

Trombos. Un bonito trombo de cinco a diez centímetros en la pierna. Eso sacamos en claro, al final. Pude volver a dormir a casa, pero la sensación de cabreo duró hasta el lunes por la mañana...

Pero ya. Ni cabreos, ni agobios, ni cansancios. Hay que comérselos con patatas. O, al menos intentar hacer morcillicas de arroz con ellos. Que no, que no podrán... y, con vuestro permiso, me voy a permitir el toque épico del evento ;-) Necesito reírme un poco de mí misma :-)




¡¡Towanda!!

Arroz...


Hacer limpieza en el disco duro tiene su recompensa. Encuentras trocitos de ti misma que te hacen sentir bien, sobre todo si se refieren a recuerdos que compartes con más gente sabiendo, además, que esas personas los van a compartir con el mismo cariño que tú; como estos:







Fue el 15 de noviembre; hacía un sol precioso. También hacía frío, pero no importaba porque estábamos allí tantos y tantos arropándoles, arropándonos... Es una de las bodas en las que mejor me lo he pasado en mi vida y la primera a la que fue María, que salió encantada. Pero lo realmente hermoso fue la ilusión que me hizo estar allí, con eso novios tan guapos, formando parte de un grupo de amigos increíbles.

La boda de Emilio y de Cristina sirvió para que muchos nos volviéramos a ver después de mucho tiempo. Supongo que no puedo evitar ponerme en modo madre abadesa en estas ocasiones y recordar cómo eran cuando les conocí. Y emocionarme viendo cómo se han ido construyendo. Y enorgullecerme de ello.

Es un honor formar parte de vuestras vidas :-)