Yo reconozco que, a veces, se me cuela una entrada que sólo entiendo yo. De hecho, me las escribo para mí. Y no pienso pedir disculpas por ello: es mi blog. La última se supone que era de esas. Y no es que quiera explicar la entrada. Es que al releerla me han sacudido varias cosas...
Ayer se cumplieron 24 años desde que murió mi padre. Y se me acaba de pasar por la cabeza una sucesión de gente con algo en común, que llegaron a importarme mucho sin que llegara a tener apenas tiempo para disfrutar de ellos (vaya, y ahora que lo pienso, eran todos hombres).
Puede resultar chocante que incluya a mi padre en esta categoría, pero lo triste es que es así. Durante mucho tiempo simplemente no nos llevamos (yo era una peque, él hacía muchas horas extras...). Luego nos llevamos realmente mal (yo era una adolescente bastante impaciente en todo, él era pelín chapado a la antigua y tenía una tendencia demasiado exagerada a disimular su timidez con gritos autoritarios, mala leche y alguna bofetada que otra). Y, en una de estas, se produjo el milagro: mi madre nos dejó solos unos cuantos días y ahí no nos quedó más remedio que convivir. Y funcionó.
Lo malo es que eso fue allá en Julio y por Septiembre me fui a Valencia a estudiar. No volví a verle vivo. Me he enfadado muchas veces con él por haberse muerto. Por no cuidarse y no hacer caso a los médicos, por dejarnos antes de tiempo sin consultarnos ni pedirnos permiso. Sí, ya sé, el muerto es él. Pero qué queréis...
Algo raro pasa cuando se muere un padre. Es como quedarte sin ninguna protección en medio de una estampida. Todo te da más miedo, aunque intentas hacerte la fuerte porque de alguna forma notas que te han pasado un testigo. Que pesa mucho. Y que no quieres, tu preferirías quedarte cómodamente instalado en la protección que, de repente, te niegan. Pones cara seria, de persona convencida pero tienes miedo en cada paso que das, no sabes que terreno pisas, ni si se va a hundir. En mi caso, además, me pilló demasiado pronto, 10 días antes de cumplir 18 años. Feliz mayoría de edad...
Será por eso por lo que elegí esa canción, porque "en un mundo descomunal siento mi fragilidad". Me vino demasiado grande, como supongo que le ocurre a todo el mundo. Sentir ese paso de la niñeza a la edad adulta, sin casi tiempo para asimilarlo, era como entrar en ese mundo descomunal del que habla la canción. Y puede que de ahí me haya quedado cierta tendencia a darle más importancia de la toca a los monstruos de papel. Sobre todo, a los que yo me invento: son mis criaturas, sé todos sus secretos... pero ellos también saben los míos. Nos conocemos los puntos flacos. Y yo, tengo muchos. ¿Miedo? Mucho y a muchas cosas. Especialmente al daño que puedo hacerle a los demás si mis monstruos me asustan y no me dejan ver claro...
Vaya pesadilla
corriendo,
con una bestia detrás
dime que es mentira todo,
un sueño tonto y no más.
Me da miedo la enormidad
donde nadie oye mi voz.
Pero, eso sí: papá, si te echo de menos no es por eso. Te echo de menos por eso tan bonito que dejamos a medias. Aunque a veces me entran sudores fríos ¿te imaginas que esos dos últimos meses no hubieran sido así y que te hubieras ido sin que te hubiera conocido?
Algo me dice que esa última pregunta amenaza con convertirse en una respuesta en otra lucha de gigantes...
5 comentarios:
que clase de servidora eres?
bueno perdon por la pregunta, no te enojes. se ve que te enojas mucho por los comentarios que te dejan =-(
Es una buena pregunta. Ojalá supiera la respuesta.
La clase de servidora que puede elegir.
Es una servidora de 1024 bits. Modelo Cyberdyne Systems 101. Y se pone verde cuando se enfada.
Sobre que se te mueran los padres, afortunadamente es algo que sucede como mucho un par de veces en la vida...
Bri, cari, no sé si he hecho bien leyendo esto antes de ir a la cama :-/ con el comentario ese me voy a desvelar, pensando...
Y 1001, no sé, no sé.. estoy preocupada con estos nuevos modelos de familia.
Bromas aparte, comportaos. Ya veis que fama de bicho me estáis criando :-)
¡... como si necesitara de ayuda ajena para eso ;-) !
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