viernes, 30 de marzo de 2007

iParty


Antes de ayer me pasaron esta foto:



No os pienso permitir que la critiquéis. Me encanta tal cual está. Es una auténtica foto de una auténtica cámara en auténtico papel brillo y auténticamente escaneada. La pitufa, claro, es María. Tenía dos años y medio y estaba pasando la varicela (¡yo la pasé la semana siguiente! :-)) y como su padre había estado toda la semana cuidándola, decidí llevármela a la UJI para que el hombre respirara tranquilo. ¿A la UJI? ¿Y qué pintaba allí tu niña? Nada, que había iparty, montada "por los de Aditel"... la iParty 3, para ser más exactos.

La primera iparty de María y de una servidora. La pobre iba "de lunares", toda pintada con la tintura de las pupas de la varicela (cuando digo toda pintada es literal: como me aburría al curarle las pupas, me rallaba y empezaba a pintarle coches, caballos, árboles, pajaritos...). En fin, llegamos un poco desorientadas, la verdad. Y ¿sabéis qué? que me gustó. Me gustó porque estaba con mis alumnos y ellos controlaban el cotarro y yo no me enteraba... bueno, vale... me gustó después. Al principio no tenía muy claro qué diantres pintaba yo allí y me sentía muy despistada y desplazadilla... hasta que me dije aquello de "relájate y goza... ¡qué se lo están currando ellos!".

Pero pongamos que en la que me enganché fue en la iParty 4. Fue la primera que duró más de un día, todo el fin de semana. Empecé tan tranqui, yendo a las conferencias. Hasta que me enteré de que Jorge estaba en coma. Viajes varios, idas y venidas al hospital, idas y venidas al Hall de Jurídicas... porque, sobre todo, descubrí que estar con mis compañeros alumnos me ayudaba a llevar aquello mucho mejor. Así que me quedé hasta el final, y me puse a recoger cables.

Tuvimos que esperar un poquito para la iParty 5, también de fin de semana, también en Jurídicas. Pero en la iParty 5, María y yo ya íbamos como Perico por su casa, tan felices. Me volví a quedar el último día, para recoger. Y si el mantra Nanana nanana nanana ¡ná!, nanana nanana nanana ¡ná! tiene algún significado para ti... es que también estabas allí viendo como algún sin sentido ;-) le dejaba un micrófono a mi hija para que cantara :-)

La iParty 6 fue especial por muchas cosas. La primera en el pabellón y la primera en que dejé de echarle morro y me inscribí oficialmente. Y la recuerdo como puede un naúfrago recordar al barco que pasa a recogerle. ¡Lo que me reí en esa party!... Y lo que necesitaba reirme, cuánta falta me hacía... Creo que ninguno de los que estuvieron allí fue consciente de lo mucho que me ayudó a pasar un bache. Y como creo que no lo agradecí, aprovecho ahora :-). Sí, también me quedé a recoger cables. Y me fui de cena y hasta me perdí y todo :-D

De la iParty 7.. ay, fue rara. En Septiembre, en la zona de raquetas. Pero sobre todo, fue la primera sin Natxo. Nos costó reirnos, pero nos reímos. Lo que más recuerdo es la sensación de estar en medio de un cambio, como un relevo: eché de menos muchas caras, pero a cambio me encontré otras nuevas. Entre ellas, la mía que, por aquel entonces, ya era socia. Y ya me inscribí "de verdad", y me fui con el ordenador y me quedé por las noches y monté mesas e hice pulseras y ¡cómo no! :-) ;-) ¡¡recogí cables!!

Así que en la iParty 8 decidí que sería más práctico apuntarme a la organización. Te tiras de los pelos y te estresas pero también te ríes más, para compensar. Como este año, que también he pringado en organización y también estoy estresada y de los nervios, pero... ¡lo que pienso reirme!. Pero sobre todo, lo que pienso disfrutar de mis amigos, de mis compañeros con los que tanto aprendo. Bueno, no sé.. porque luego va y resulta que no me entero de nada, pero ¿he dicho ya lo mucho que me río? ;-)

¿Nos vemos en la iParty 9? :-)

miércoles, 28 de marzo de 2007

Ojos de color violeta


Me estaba mirando con unos ojos increíbles, de color violeta. Yo creía que sólo Elizabeth Taylor tenía los ojos de color violeta. Pero no, aquella niña que tenía delante, mirándome tan fijamente, tenía también unos ojos increíblemente violetas, increíblemente grandes e increíblemente dulces.

-"¿Cómo te llamas?"
-"Estefanía", me dijo.
-"Yo tengo una nena de nueve años... ¿cuántos años tienes tú?"
-"Tengo once, soy mayor que tu hija..."

Me quedé callada un rato, no sabía muy bien cómo seguir, ni qué decir. La niña me miraba con sus ojos de color violeta, con carita algo asustada y yo no sabía muy bien si estaba esperando consuelo o si se suponía que esperaba que yo le explicase lo que estaba pasando.

Y yo no tenía nada claro qué podía hacer o qué podía decir. Estaba allí con ella y se suponía que yo era la adulta. Se suponía que yo debería tener respuestas o que yo debería saber qué era lo que ella quería oir. Pero la verdad era que, seguramente, yo debía de estar poniendo la misma cara de susto que ella ponía.

-"¿Cómo se llama tu hija?"

Bueno, para esa pregunta sí tenía respuesta.

-"María"
-"Tengo una amiga que se llama así..."

Descubrí que hablar con ella era una forma de suavizar su carita de susto. Así que seguí.

-"¿Tienes hermanos?"
-"Sí, dos... y tú ¿tienes más niños que María?"
-"No"
-"Vaya..."

Del tono de voz no pude discernir si le parecía bien o mal. Seguramente no le importaba mucho, pero creo que ella también se había dado cuenta de que hablar era bueno para quitarnos el susto de la cara. Aunque yo no pudiera regalarle la vista con unos preciosos ojos de color violeta.

No sabía muy bien cuál era su situación. A mí me dolía cada vez más la pierna.

-"¿Sabes? Si ahora estuviera aquí mi mamá, le daría un beso muy grande y le diría todo lo que la quiero... aunque ayer me porté mal... le desobedecí y compré las chuches aunque me dijo que no..."
-"No te preocupes..."- tuve que sonreír ante la cara de culpable que puso -"...ella seguro que lo sabe. Sabe que comiste las chuches y, sobre todo, sabe que la quieres... Yo también quiero a María y también sé cuando me desobedece..."
-"Tengo sueño... se me cierran los ojos..."
-"No es buena idea, debemos estar despiertas... ¿sabes alguna canción? ¿quieres que cantemos? ¿te gusta cantar?"
-"Sí..."

Nunca creí que fuera a bendecir al triunfito de turno. Empezó a cantar una de esas tontas canciones que le ruego a María que no cante cuando yo estoy delante. Pero en aquel momento me pareció maravillosa porque consiguió que no cerrara sus ojos de color violeta. La cantaba con toda su letra, con todas sus notas y con toda su alma... si me descuido hasta se hacía los coros a sí misma...

Entonces reuní el valor para echar un vistazo. Mi pierna derecha estaba atrapada en un amasijo de hierros que habían conseguido fabricarme una especie de media metálica. Pero en el cuerpo de la pobre niña no podía distinguir nada a partir de la cintura... su cuerpo se perdía en una espiral roja y puntiaguda... ¡Santo Dios! ¿Es que todavía iban a tardar mucho más en venir a rescatarnos?

Lo tuyo es puro teatro




Tengo un amigo que es muy, pero que muy tímido. Pero sabe hacer magia.

La he podido disfrutar pocas veces, pero cada vez que está dispuesto a hacerla, me deja con la boca abierta y una sonrisa en los labios. Basta con observarle cuando aparece. Igual hay algún pequeño detalle que te hace ponerte al loro, como que vista una gorra; y esa gorra va a formar parte de la performance, porque debajo de esa gorra hay un nuevo personaje, que es amigo de mi amigo, pero que no es mi amigo: es mi amigo multiplicado por veinte, crecido, potenciado y aumentado. Aullará, cantará, bailará, exagerará, gritará, llorará, meditará, reirá, lo hará todo en aras de ese personaje porque, al fin y al cabo, la magia consiste en darle vida a alguien que eres tú, pero que no eres tú, y que los demás lo vivan.

Y una servidora en esos momentos, mira de reojillo por no romper el encanto y disfruta de la suerte de tener un amigo, capaz de hacer esa maravillosa magia, de transformarse, de meterse y de meterte en esa magia.

Ayer, mi amigo estuvo de patrón. Por muchos años.

sábado, 24 de marzo de 2007

Momento Sunsilk


Hay días en los que tú eliges la ropa y hay días en los que la ropa te elige a ti.

¿Por qué no tiras esos vaqueros? Descoloridos, rotos, zurcidos, desflecados, con agujeros, cuatro tallas más grandes y con más de diez años. Pantalones viejos, zapatillas gastadas, camiseta con agujeros.

Y el cielo del color que me gusta. Y sol. Y no tengo resaca. Y tengo hambre y desayuno y me ducho y me visto y salgo a la calle. Y me pongo a andar, está toda la carretera para mí sola.

Y llevo mis vaqueros viejos, mis zapatillas gastadas y mi camiseta con agujeros. Y meto las manos en los bolsillos y la cadera se adelanta y la espalda se descuelga y pego zancadas de metro.

Y camino, camino, camino y el viento en la cara. Y me acuerdo de otro sábado, cuando tenía ocho años y estaba con el pelo mojado, recién duchada y en mi bici bajando una cuesta, con el el viento en la cara, el pelo y el vestido revoloteando y, de repente, lo único que importaba era estar allí disfrutando, respirando y como flotando en medio de la velocidad.

Y sigo pegando trancos, con las manos en los bolsillos y el viento en la cara.

Hay días en los que tú llevas la ropa y días en los que la ropa te lleva a ti.


Viento Sur (Josele Santiago)

miércoles, 21 de marzo de 2007

Mamá


"¡Miér... coles!"

Se había vuelto a romper el hilo. Esa costura le estaba costando dos años de salud. Pero no había encontrado el hilo de nylon y el de algodón se le estaba rompiendo cada dos por tres. Volvió a ajustar la tensión de la canilla y enhebró de nuevo la máquina. Pero le estaban doliendo los ojos y la espalda. Paró un momento, suspiró y miró el reloj. Las dos menos veinte de la madrugada. Una pila de platos por fregar en la cocina... y la colada por hacer. Pero tenía que acabar el vestido para el día siguiente. Si lo entregaba y le pagaban, podría ir a la carnicería. Si no, tocaría volver a hacerle a Luis un bocadillo de croquetas para comer. Llevaba casi una semana sin comer carne. Y con lo comedor que era, tenía que darle carne alguna que otra vez o se le quejaba.

Que día había llevado. La niña estaba preciosa, pero ¡menuda faena daba!. Y cómo comía... ¡y lo que hablaba!, no se callaba ni debajo del agua. Y había veces que las soltaba tremendas. Como hoy, que cuando dijo aquello no supo ni que contestarle, "Mamá... ¿papá quién es? ¿el señor que vive en casa los domingos?". No pudo evitar torcer la boca en un gesto de amargura. Luis echaba tantas horas en el astillero que los niños no le conocían y sólo lo asociaban al domingo. ¿Cómo iban a conocerle, si salía de casa a las seis y media de la mañana y volvía pasadas las once?. ¡Malditas horas extras! Maldito dinero que nunca llegaba, maldito alquiler que se llevaba más de la mitad del sueldo, maldito... ¡maldito el continuo desgaste, el nunca parar, tanto tener que romperse el lomo para sacar adelante una familia!

De la sala llegaron las campanadas de las dos y le sacaron de su ensoñación. El flexo le transmitió una extraña sensación de familiaridad que no le hizo mucha gracia; al fin y al cabo, esa familiaridad venía de la mano de muchas noches bajo su luz. Como la de hoy. "Bueno, a acabar el vestido, para poder ir a la compra mañana... que si sigo renegando seguro que no lo acabo". Ahora parecía que iba mejor y que hasta la máquina hacía menos ruido. Debía de tener el hilo de la canilla muy tirante y por eso rompía... Y qué ruido hacía la máquina, tenía que acordarse de aceitarla. Ahora no, que podía mancharse el vestido.

¡Por fin! Ahora sólo faltaba sobrehilar la bastilla, rematar los hilos de las costuras, quitar todos los hilvanes y plancharlo. Empezó el sobrehilado, pero lo dejó a las dos y media. Podía acabarlo mañana, después de preparar el desayuno. Ya no podía más, se le estaban cerrando los ojos.

"Trini, ya me voy...". Eso quería decir que ya era la hora de levantarse. Cada noche dejaba el bocadillo del almuerzo de su marido ya envuelto y el desayuno casi preparado; así, él no tenía más que calentar la leche y ella podía dormir algo más, hasta que él se iba. Hacía frío aquella mañana. O igual le había cogido el frío por la noche.

Se calentó la leche, desayunó una tazada y dejó ya listas las de los niños. Aún faltaba un buen rato antes de tener que despertar a Luis Ángel para ir al colegio... y confiaba en que el terremoto no se despertara antes. Ay, ¡qué dos!, el uno tan dormilón, la otra que apenas paraba en cama. El uno que no comía nada y la otra que comía todo lo que le pusieran por delante y más.

Pero le dio tiempo de rematar todas las costuras antes de que despertaran. Y pudo quitar los hilvanes y planchar el vestido mientras desayunaban. Para cuando el niño salió hacia el colegio, ya estaba el vestido listo. A entregarlo, a cobrar y a la compra.

Se aseó y se vistió y luego arregló a la niña. Por lo menos, no llovía. Con la cartera y la bolsa de la compra en el bolsillo, la niña en una mano, y el vestido en la otra, salió hacia la calle Dolores con la prisa de quien lleva ya casi cuatro horas sin haber parado de trabajar, pero sin haber empezado todavía a realizar su faena diaria. Llegó a la casa. Llamó al timbre y salió la chica. Cogió el vestido y le dijo "Espere un momento...", mientras se volvía hacia dentro y la dejaba plantada en las escaleras, sin invitarle a entrar. No le importaba, le iban a pagar y podría ir a la compra. Oyó pasos de vuelta...

-"Dice la señora que hoy no le viene bien pagarle, que pase dentro de cuatro días... ¡Adiós!"

lunes, 19 de marzo de 2007

Smile, please!

No hay que ser un hacha para darse cuenta de que últimamente no me río mucho. Pero, mira tú por donde, esta tarde me he metido en Coudal Partners, una de mis adicciones en Internet. Y os paso tres motivos que justifican ese vicio:

  1. Empiezo con una dedicatoria para amanda. Y puede que para mí, también...

  2. Ayer fue San Patricio en el mundo anglosajón: ayuda a un devoto

  3. First annual SXSW Interactive Geek T-Stream







Con mis mejores deseos: a mí me han hecho sonreír. Espero que os causen el mismo efecto.

domingo, 18 de marzo de 2007

Miedo


Dedos helados recorren mi espalda. Tengo que rebajar el ritmo de mi respiración porque temo hacer demasiado ruido y despertar al que duerme. El estómago se contrae y las piernas están flojeando. Noto un sabor amargo en la boca, y el vientre tenso como si el deseo estuviera agazapado dentro de él y preparado para saltar. Las manos tiemblan y apenas siento los dedos, quiero tapar mi cara con las manos, pero no me están obedeciendo y tengo que mostrarla... me da vergüenza, como si estuviera desnuda en la plaza del pueblo. En las sienes golpea el pulso, apenas puedo dominar el temblor de los labios... no puedo tragar ni el aire...

Si no notara tanto frío, si no notara tanto vacío, si no notara que me fallan los miembros... si no notara tanto miedo ante la posibilidad de estar enamorada de ti...




viernes, 16 de marzo de 2007

En la plaza, a las ocho.


Las ocho y diez. Odiaba esperar a la gente. Odiaba llegar diez minutos antes de la hora, como mínimo, y luego saber que seguro que tendría que esperar otro cuarto de hora a los demás. Siempre era así. Y hoy tenía el día tonto... hay días en que sabes que la tendrás, que se va a liar; estás especialmente sensible para saltar, para ponerte huraño, para dar una mala contestación. Sabes que acabarás pegando un grito o diciendo algo que no quieres decir. Y hoy era uno de esos días, sabía que acabaría gritando, llorando o pegando un portazo...

Fue hasta el escaparate de la zapatería. Nada, qué zapatos, los mismos que hay en las otras sopocientas zapaterías, todas clónicas... ¿lo hacen a propósito?. Los mismos horribles zapatos puntiagudos, las mismas botas de peluche... deben de tener miedo a que salgamos de casa sin el uniforme puesto. Un reflejo en una esquina del cristal le hizo girarse, le había parecido ver a alguien conocido en una sombra. Pero no, aún no había aparecido nadie.

Dios, cómo se le había ocurrido acabar en esa ciudad. Si al menos hubiera mar... tenía necesidad de ver el mar, de oirlo, de sentirlo, de olerlo. Podía pasar horas mirando al mar allá en su pueblo, sin aburrirse... ¡cómo aburrirse ante el espectáculo del mar, hablándole, llamándole, inquietándole y llenándole todos los sentidos! No es posible aburrirse ante la vida, ante la plenitud y ante el poderío que desplegaba en cada ola, en cada marea. Y qué difícil era explicarle ese poderío a los que nunca habían visto desaparecer toda una playa bajo el manto de la marea. O cómo explicarles que cada año la playa era distinta, que las rocas desaparecían o emergían a capricho de corrientes y tormentas de invierno... ¡cómo explicarles qué era el mar, cómo sentir su poder... enmedio de aquella meseta seca y amarilla!

Cómo explicarse a sí misma cómo había acabado allí. Cómo convencerse de que no había sido un error seguir al amor para acabar en una plaza, aburrida, impaciente, cabreada y con morriña del mar, de su mar. Con morriña de su casa, de sus paisajes, de los sitios en los que había crecido y de los amigos de toda la vida; con morriña hasta de la lluvia y el viento, de las interminables tardes de temporal en las que parecía que nunca pararía de llover. Todo por seguir a una persona con la que ya no estaba. Pero era tarde para volver, había ya demasiadas cosas que abandonar: el trabajo, nuevos amigos, un piso hipotecado... y la rutina y el andar sin tener que molestarse en dirigir los pasos, sin tener que pensar, sin tener que saber hacia dónde quieres ir porque igual te da un sitio que otro.

Las ocho y veinte. ¿Iba a aparecer alguien de una puñetera vez?. Estaba convencida de que la gente miraba para ella preguntándose qué diantres hacía allí, colgada y modiéndose una uña. Vaya ¿qué hacía mordiéndose una uña?. En un gesto de impaciencia casi infantil, se sacudió la mano y se la metió en el bolsillo. Iba a tener los bordecillos de los mordiscos molestándole toda la noche, nunca recordaba meter una lima en el bolso... bueno, tampoco había cogido el bolso. Ahora que lo pensaba, esperaba no tener que identificarse, iba sin carnet... pero ¡qué tontería! ¿cuándo había sido la última vez que le habían pedido el carnet? ¡ni que necesitara demostrar que tenía más de dieciocho años para entrar en los garitos!

Debería irse, pasar de la gente con la que había quedado e irse sola. Con un poco de suerte, se liaría con alguien a quien podría olvidar antes de que se le pasara la resaca y, por lo menos, se le pasaría el cabreo y la impaciencia... que seguro que eran directamente proporcionales al tiempo que hacía que no se comía un rosco. Pero no, a quién quería engañar... lo más seguro era que acabaría en casa sola y sin haber ligado, con un pedo del calibre veintiocho. Y mañana seguro que tendría que comerse a dos carrillos la resaca, junto con las explicaciones cutres de por qué no había comparecido. No. Si se iba tenía que ser para romper con todo, para cambiar esas dichosas rutinas, para no volver a dar explicaciones, para poder respirar sin miedo a que la sorprendieran llenando los pulmones de ilusión y de oxígeno... para volver a su mar, a pasar las horas hipnotizada con su canción y su ritmo, a dejarse acunar por su balanceo, a dejarse lamer por sus olas y a dejarse sepultar por sus abismos. Tenía que irse, tenía que volver al mar, tenía que recuperar su sabor, tenía que volver a tener su sal en la piel, tenía que...

Demasiado tarde. Allí estaba Menchu, saludando con la mano.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Asco


Te olvidas de ellos, hasta que sale uno, de repente, como puede salir un grano. Y sí que son granos purulentos y asquerosillos. No se me ocurre mejor metáfora para describirlos.

¿Quiénes son? Depende. Las pintas son variadas. Está el señor bajito con pinta de inofensivo y de no tener mitja bofetá que se te pega al culo en el metro. Para este el mejor tratamiento es darte la vuelta y mirarle a los ojos. Comprobado: sale huyendo.

Otro espécimen suele ser un señor que va tan tranquilo en el autobús, sentadito y mirando por la ventanilla; pero en el momento en que te sientas a su lado, y sin mirarte siquiera, inicia un movimiento rítmico en su bolsillo sin cortarse un pelo. Con estos las más de las veces sólo me he levantado bastante asqueada... pero un par de ocasiones, hice algo más de ruido, levantándome de forma brusca mientras vocalizaba con voz potente lo "Vale, comprendo que necesite intimidad para hacerse la paja..."

Con todo el más típico es el imperturbable que te pone en el sitio recordándote que el papel de tus tetas en este mundo era estar ahí mismo esperando sin hacer nada hasta que ha venido él, en forma de Redentor de la Humanidad a calibrártelas, evaluártelas y, si hay suerte, a darles el Visto Bueno. Pero no hay que confiarse, porque no se ha pasado completamente la prueba hasta que no te encuentras a su compadre, el evaluador de culos, que te someterá a un análisis todavía más exigente.

El que me he cruzado hoy es también curioso: un señor muy serio, muy trajeado, muy encorbatado... que va tan tranquilo hasta que se pone a tu altura en el paso de cebra o hasta que se cruza contigo por la calle y te suelta una animalada tan grande que no sabes que decirle, ni que clase de enfermedad mental puede sufrir...

Y a una servidora, casi que a estas alturas le da lo mismo. Pero ayer me fijaba en María, que ya es un proyecto de persona y está en esa edad en que está a punto de dejar de ser una niña, pero aún está muy lejos de ser una mujer. La edad preferida por esa pandilla de abyectos que son capaces de ensuciar cualquier cosa que miran... esos señores tan serios que se quedan mirando a las niñas cuando juegan en el parque, esos que se aprovechan en cuanto pueden de la más mínima familiaridad para tocar a la niña (y la referencia a la familiaridad no es gratuita)... esos que tan discretamente te hacen sacar los colores sin que puedas expresar exactamente por qué y sin que puedas quejarte concretamente de algo. Lo malo es cuando te convencen de que la que está haciendo algo malo eres tú. Y es que son jodidamente buenos en su discreción para hacerte creer que la sucia eres tú.

Empecé llamándoles granos purulentos. No todo el mundo acepta igual a los granos, ni los trata de la misma forma. Dicen que si no les haces caso, acaban yéndose (claro que eso no quita para que te sientas sucia y molesta mientras el grano está ahí). Dicen que si te dejas llevar por la impaciencia y les haces caso e intentas quitarlos del medio por las bravas, acabas con una marca en donde tenías el grano.

Y claro, si amenazo con reventaros como os atreváis a hacerle algo a mi niña, la "mala" seré yo...

martes, 13 de marzo de 2007

Abusando de los vídeos ajenos

Lo siento. Pero es que este vídeo hay que difundirlo. Lo vi en Escolar, que se lo agradece a Chomsky Vids.



¡Qué país! Los humoristas te hacen pensar y los políticos te hacen llorar vomitar...

La cabra...

La Cabra Mecánica, el Lichis o como queráis, o como prefiráis, llamarle. Pero está bien pegarle un repaso de vez en cuando...






Así sigamos reivindicando
mientras engorda nuestra cuenta en el banco.
Ciegos, sordos, mudos y divididos
en este engreído planeta de simios.



Otro día os pongo Palabras de gasolina (¡eh, tú! ¿llevas fuego encima..?)

domingo, 11 de marzo de 2007

Yo amé a Jupiter Jones


Fue hace mucho tiempo. Cuando todavía ponían dos rombos a los programas de televisión y entonces, aquel día, tocaba irse temprano a la cama. Mi madre no me dejaba leer acostada ("¡¡Te vas a quemar los ojos!! Apaga la luz y deja de leer..."). Pero lo bueno de la imaginación es que te deja viajar... hasta Rocky Beach, California, por ejemplo...


Jupiter Jones, Pete Crenshaw y Bob Andrews: el primer investigador, el segundo investigador y "archivos y pesquisas", respectivamente. Los tres investigadores. Por su culpa aprendí a escribir un apellido tan rocambolesco como Hitchcock a la tierna edad de ocho añitos, cuando incluía un par de libros de "Alfred Hitchcock y los tres investigadores" para mi hermano en mi carta de Reyes. La colección la inició él, pero en un par de años se había olvidado de ellos y yo cogí el relevo. Empecé a devorar esos libros y completé la colección, al menos los veinte primeros tomos1.

Colección que leí, releí y recontraleí. Y, así, no me costaba nada en absoluto imaginar, en cuanto me metía en la cama, que había aparecido en el mismo "Patio Salvaje" de los Jones. Dependiendo del día, saludaba a tía Mathilda y a tío Titus, que me invitaban a pasar o me tropezaba con Hans y Konrad, que me decían que los chicos no estaban por allí... y entonces aprovechaba para colarme en el Cuartel General... eso de haberme aprendido todas las entradas secretas a lo largo y ancho de los libros ¡había que amortizarlo! Porque la cara de sorpresa que ponían los tres cuando volvían y me encontraban dentro de la caravana, sentada a la mesa como solía hacerlo Jupiter, merecía la pena...

Los tres me caían bien, pero tenía debilidad por Jupiter. Mira tú por donde, antes de saber siquiera que existía la palabra nerdy, me embarcaba yo en aventuras en la lejana California de la mano del más nerdy de todos los nerdys. Vale que también era pelín creidillo, pero ya me encargaba yo de soltarle alguna que otra de vez en cuando, para que no se pasara. Aunque se podía permitir el lujo, porque la verdad es que era hábil tramando planes, recodando cosas y relacionando tonterías... bueno, vale: deduciendo hábilmente, sí. Y, la verdad, es que era él quien casi siempre solucionaba los misterios. Él creó la transmisión "Fantasma a fantasma" (... que no pude evitar recordar con cariño la primera vez que me hablaron del coste computacional exponencial) y la marca de los tres interrogantes ("???") como método secreto de comunicación (blanco para Jupe, azul para Pete y verde para Bob). Y se pasó días calculando por aproximaciones sucesivas el número de alubias blancas que había dentro de un tarro, ganando el derecho a utilizar un Rolls-Royce con chófer (Worthington) durante 30 días de 24 horas... Me dejó tocada en "El misterio de la Sombra Riente" al descubrirme los misterios del Kookaburra, pero cuando caí rendida a sus pies fue al leer "El misterio del Loro Tartamudo" y le vi ir resolviendo sucesivos acertijos que formaban la secuencia de pistas necesarias parar encontrar una valiosa pintura perdida... Pero, por supuesto, no se lo dije ni una sola vez.

En fin, cuántos buenos momentos imaginando una película mucho más divertida que la que no me dejaban ver en la tele... Eso sí, por desgracia, creo que nunca resolví un misterio con ellos: me quedaba dormida antes.



1Bueno, tengo 25, pero esos 5 últimos los compré y leí ya mayor... Nada comparado a la locura de los 12 años ;-)



sábado, 10 de marzo de 2007

Undelivered Sender Returned to Mail


Cada día, lo primero que hace es consultar su correo electrónico esperando, siempre en vano, que haya un nuevo mensaje. Cualquier mensaje con tal de que sea de él.

No sabía por qué había recibido el primero; bueno, no sabía por qué había recibido ninguno de ellos. Estaba segura de no conocer al remitente y estaba segura de que no se los enviaba a ella. De hecho, el primero lo borró apenas lo leyó. Él, firmaba como jose, le pedía un informe de ventas. Supuso que se había producido un error fortuito en la direcciones. El mensaje iba dirigido a una tal marga y ella no se llamaba Margarita, pero había formado su dirección de e-mail a partir de sus iniciales, María Antonia Ramos Guerrero...

Olvidó completamente el tema, hasta que llegó el segundo, como mes y medio más tarde. El tal jose animaba a marga a acudir a una cena de empresa. No le quedó más remedio que reirse: le hizo gracia que se hubiera reproducido el golpe de azar y, además, por el mensaje se veía que al tal jose la tal marga le hacía gracia, ¡pillín!.

Al cabo de tres semanas, le llegó la confirmación de sus sospechas. En un mensaje algo caótico, jose se disculpaba por algún incidente en el lugar de trabajo... vaya, vaya, rollito de oficina con toque de melodrama barato... Seguro que ese jose estaba casado (¡apostaría algo!), se quería beneficiar a la marga y la chica no era tonta y no se dejaba tomar el pelo. De típico, resultaba casi patético, ¡hombres! quién los necesitaba...

Sin embargo, el siguiente le dejó bastante sorprendida. Era lacónico (La he dejado. Nos vemos donde siempre a las 7) y le hizo soltar un silbido al ver cómo había evolucionado el "rollito". ¡La cosa se estaba poniendo seria!. Para colmo, al día siguiente se encontró con otro mail, enviado a las dos de la mañana, igual de lacónico, pero que le sonó mucho más triste: Te esperé cuatro horas ¿dónde estabas?.

En ese momento se sintió culpable. Evidentemente, marga no había recibido el mail, le había llegado a ella. Tendría que avisar a jose, decirle que no se desanimara, que había sido un malentendido, que el mail no había llegado a su destinatario correcto... Pero no se atrevía a intervenir de forma activa en aquella historia, sin morirse de vergüenza al confesar que había estado espiando la historia de dos desconocidos sin decir nada y sin intentar deshacer el malentendido. No podía. El azar había jugado sus cartas y el azar acertaría a arreglar la jugada.

Pasó una semana, en la que notaba algo inquieta a su conciencia; y por fin llegó un mail, demoledor, que le dejó el corazón encogido. Era una despedida, pero tan desgarrada que le dejó la sensación de ser la persona más miserable del universo. Aquel hombre se vaciaba, se culpaba, se confesaba enamorado y ella sólo podía llorar y sentir que debía de haber hecho algo cuando aún estaba en su mano, cuando pudo avisarle del error que había cometido... Se decidió por fin y contestó al mail.

Hace más de un año de eso. Desde entonces espera respuesta. Hay días en que alivia la espera imaginando que jose recibió su mensaje, aclaró todo con marga y están felices. Pero en la soledad de la noche no puede evitar llorar con rabia... cuando contestó al mail, no quería que jose volviera con marga; soñaba con que se preguntara quién era aquella mujer y se interesara por ella... No era más que una cincuentona egoísta, que en aquel último mail creyó verse envuelta en una historia propia...

viernes, 9 de marzo de 2007

Adivina, adivinanza


- ...es que llevo varios días intentando hablar con usted; es referente a XXXXX.
- He respondido a sus correos electrónicos diciendo que no me interesa y antes de ayer, por teléfono, les volví a decir que no me interesaba...
- ¿Quiere decir que no le interesa ganar 780 euros, simplemente por entrar en la página web, autenticarse y hacer click?


Adivina, adivinanza: ¿era un concurso de Gomaespuma o era una llamada, seria y real, relativa a mi puesto de trabajo?

martes, 6 de marzo de 2007

Ningüino...






- ...entonces, mami, ¿qué es ningüino?
- Lo que gritan los exploradores despistados que se van al Polo Norte a buscar pingüinos, hijo...



José Luis Coll ha muerto. Nos dejó como regalo su diccionario y muchos otros buenos recuerdos...

Actualización: En 20 minutos han dejado un enlace a algunos de sus vídeos.

¡¡Guapas!!


Corro el riesgo de que en Llámame Lola me cojan manía, pero es que tampoco he podido resistirme a este vídeo. Leo y me entero de que es una campaña de televisión que no ha llegado a emitirse porque muestra a mujeres desnudas. Antes de que os embargue la emoción por este muestra de sensibilidad, ¡por fin unos directivos se niegan a mostrar a la mujer objeto!, sabed que se trata de mujeres de más de 50 años. Lo cual me hace pensar que es posible que tanta sensibilidad hacia el desnudo femenino tenga retruco... o que a los directivos en cuestión les gusten más las modelos con 35 años menos.

Y no, antes de que me llaméis gilipollas, me gustaría dejar claro que a mí también me parece mucho más adorables los efebos angelicales de 20 añitos que los señores de 50 y tantos... pero dejadme que me reivindique, por la parte que me toca: sigo sin saber por qué un tío de 50 años es un señor "madurito e interesante" con un punto morboso que puede tirarle los tejos a las niñas de 20 sin que a nadie le extrañe, mientras que si es una mujer la que hace lo mismo corre el riesgo de que el 98% de la población le tache de "loro desvergonzado que no se da cuenta de que hace el ridículo".

La campaña la firma Annie Leibowitz y, la verdad, a mí no me importaría en absoluto que esta señora me fotografiara mis arrugas así de guapas. Porque, ya que estoy en modo reivindicatriz, mis arrugas son mías y me ha costado lo mío, a golpe de vivir, conseguirlas.




lunes, 5 de marzo de 2007

La espera


El perro había aparecido un buen día, sentado en la puerta de la ferretería. Fermín iba a barrer la entrada, bajo el soportal, y al verlo fue a buscar algo que darle de comer y algo de agua. El perro agradeció la acogida decidiendo que aquel era un buen sitio. Fue hasta un rincón, suspiró y se hizo un ovillo, dormitando en la que fue su postura más habitual durante años.

Un día apareció aquel hombre, bajando la calle con paso cansino y el sol naciente a su espalda. Al llegar a la altura de la zapatería paró y estuvo un rato allí de pie, aunque no demostró interés alguno en los zapatos. Más bien parecía ser una parada casual para situarse mientras buscaba un punto de referencia, un sitio al que llegar.

En ese momento el perro levantó la cabeza y soltó un ligero bufido. Comenzó a mover el rabo y se levantó. Cruzó la calle y fue hacia el hombre.

El hombre miró al perro y le tendió su mano para que la oliera. El perro la olió, después la lamió y se sentó junto al hombre. El hombre sonrió.

Comenzaron a caminar juntos. Y juntos se perdieron calle abajo, mientras el cielo se iba sacudiendo los colores del amanecer y se iba pintando del azul intenso propio del mes de Mayo. Nadie les volvió a ver en el pueblo. Aunque si hay que creer a Ramón, el boticario, es posible que hayan pasado alguna vez por algún pueblo de la comarca vecina.

domingo, 4 de marzo de 2007

No se nubló


No, no se nubló. Y como a eso de las ocho de la tarde, se encendió la lucecita. "¿Bocatas y a la playa?". Bocatas y a la playa. Bueno, bocatas, galletitas, caramelitos y café... una manta vieja y andando se hace camino. Mereció la pena quedarse hasta las doce. Lástima de cámara, no muy buena, y de fotógrafa, aún peor. Pero estaba guapa la condenada cuando llegamos:



Eso era sobre las nueve y media. En las dos horas y media siguientes, se hizo lo que se pudo (afortunadamente, hay profesionales):













Más allá del frío y de los gritos de entusiasmo de una personilla que estaba flipando por estar en la playa a esa hora (¡y en invierno!, jo, qué padres más irresponsables, pobre criatura...), de la helada que caía (se nota en los halos de la luna) y de la sensación de ir viendo como la luna llena se iba transformando en un hermoso círculo en penumbras rojizas, está la magia de la luz. Cuando llegamos, la luna llena iluminaba el mar, la propia playa... poco a poco esa luz se fue amortiguando y, al mirar al mar, uno empezaba a sentirse realmente perdido, con la cabeza sabiendo que el mar estaba allí, pero con la sensación de ir perdiéndote y haciéndote pequeño, porque apenas se sabía dónde estaba el mar por un pálido reflejo al romper alguna ola y el ruido tenue de la resaca. Casi agradecías que al girar la cabeza te saludaran las luces del paseo que, de repente, parecían estar a varios kilómetros en lugar de estar a unos metros. Qué bella noche...

viernes, 2 de marzo de 2007

Llorar



Instrucciones para llorar

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

Julio Cortázar



Eso es la teoría; la práctica sabe peor y dura más. La melancolía funciona de una forma curiosa - como cualquier otro sentimiento, por otra parte - y tiene su propio disparador. Y, también como cualquier otro sentimiento, cuesta frenarla. Tened paciencia conmigo.


Que no esté nublado...




Poco se puede añadir a la imagen, salvo los datos concretos del eclipse de mañana. Podéis encontrar más información en TheSuperspace.com y en 20 minutos, que harán un seguimiento... por si se nubla.

Que lo disfrutemos...