lunes, 15 de diciembre de 2008

Las llaves del sótano


Pasaba del baño hacia la cocina, cuando me llamó desde la puerta de su cuarto. No recuerdo de qué quería hablarme. No le estaba haciendo mucho caso porque, nada más acomodarme en el marco de la puerta para hablar, me había perdido mirando a la maleta que estaba a medio hacer sobre su cama. Ya me había fijado, unos días antes, en que la maleta estaba en la esquina, junto a la ventana, en lugar de estar en su sitio habitual, el hueco libre bajo el armario. Intuía lo que significaba y por eso se me iban hacia ella los ojos, como queriendo encontrar signos que corroboraran lo que estaba pensando.

Aunque el gesto seguramente fue demasiado directo y poco disimulado, porque en cuanto se dió cuenta se calló, miró también hacia la maleta y dijo algo así como "... vaya, sí; de eso tenemos que hablar."

Lo esperaba; así que no dije nada, sólo le miré y asentí levemente con la cabeza.

-"Es posible que me vaya en unos días... "- me dijo sonriendo levemente, por cortesía.
-"Estará bien si eso es lo que necesitas, y estará mejor si tú estás mejor así... "- y me resultó extraño darme cuenta, pero lo estaba diciendo en serio. -"¿Será pronto, verdad?"
-"No lo sé"- también me resultó extraño darme cuenta de que respondía completamente en serio -"Puede ser muy rápido, y entonces no sé si me quedaré, o puede ser lento, y entonces no podré adelantarte lo que ocurrirá hasta que ocurra... "

Sabía de qué hablaba. No era la primera vez que le había visto hacer la maleta. Y deshacerla. El trato había sido que podría disponer del cuarto hasta que me hiciera falta a mí, o hasta que encontrara algo mejor, más estable.

Miré hacia el interior del cuarto. No era muy grande, pero era cómodo, o eso me parecía. Había pocos muebles, pero cómodos. La ventana dejaba pasar bastante luz. Y no era muy ruidoso, salvo a la hora de las comidas, en la que subía por el patio todo el ritual de comida recién hecha o elaborándose (huevos batiéndose en un plato, carne chirriando en una sartén, ollas a presión dejando escapar su silbido... ), de gritos llamando a la mesa o recordando que hay que lavarse las manos, distintas radios emitiendo distintos informativos, como compitiendo por mostrar todo el espectro del dial... pero a esa hora no solía haber nadie en casa. Y las cenas, curiosamente, eran mucho más silenciosas. El silencio de un bocadillo, quizá, o de la sopa de fideos de sobre.

Miré el interior del cuarto y lo imaginé vacío. O decorado de otra forma. ¿Ocupado por otra persona? ¿Y si lo dejo libre para poder montar bien mi taller de casas de muñecas?

¿Lo quería vacío? Volví a mirar. Posiblemente lo cerraría una temporada, por detener cierto comportamiento rutinario. Esperaría una temporada, antes de pensar si lo alquilaría a otra persona o si lo dejaría así para usarlo yo.

Realmente, no me hacía falta el dinero del alquiler. Tenía que pensar, sin embargo, si necesitaba no sentirme sola en aquella casa, si era de mi tamaño o si necesitaba compartir las paredes con alguien. Si necesitaba compartir las paredes con alguien, con alguien que sí quisiera tener las llaves del sótano y no necesitara sólo las del portal...

1 comentario:

Señor R dijo...

Bueno vamos a ver :)

- ¿Es chico o chica el que se va? ¿Y el que se queda?

- ¿La habitación está en el sótano? Es una casa americana? O el sótano es algún tipo de alegoria que yo no entiendo?

- ¿Se fue o no se fue?

- ¿Tienen todas estas preguntas relevancia? O solamente pretendias describir una situación concreta, un momento en el tiempo. Ese momento en el cual una persona toma consciencia de una realidad que no había previsto y ante la cual no sabe muy bien como reaccionar.