Nada. Era la cuarta vez que lo intentaba y nada. Sin saber por qué, recordó la historia de Javi con el calentador y le entró la risa. Una risa tan histérica que sonó falsa a sus propios oidos. Tan falsa como el llanto que vino a continuación y que le hizo pensar que había pillado una buena, que esa última copa, definitivamente, había sobrado...
Pero había pensado que le hacía falta. Que si no pillaba la tajada, seguramente no tendría fuerzas, ni tendría valor. Y tenía que ser hoy.
Hizo un esfuerzo. Por fin sonó el resorte. Por fin había saltado el maldito seguro de la pistola...
Pero había pensado que le hacía falta. Que si no pillaba la tajada, seguramente no tendría fuerzas, ni tendría valor. Y tenía que ser hoy.
Hizo un esfuerzo. Por fin sonó el resorte. Por fin había saltado el maldito seguro de la pistola...
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