Me estaba mirando con unos ojos increíbles, de color violeta. Yo creía que sólo Elizabeth Taylor tenía los ojos de color violeta. Pero no, aquella niña que tenía delante, mirándome tan fijamente, tenía también unos ojos increíblemente violetas, increíblemente grandes e increíblemente dulces.
-"¿Cómo te llamas?"
-"Estefanía", me dijo.
-"Yo tengo una nena de nueve años... ¿cuántos años tienes tú?"
-"Tengo once, soy mayor que tu hija..."
Me quedé callada un rato, no sabía muy bien cómo seguir, ni qué decir. La niña me miraba con sus ojos de color violeta, con carita algo asustada y yo no sabía muy bien si estaba esperando consuelo o si se suponía que esperaba que yo le explicase lo que estaba pasando.
Y yo no tenía nada claro qué podía hacer o qué podía decir. Estaba allí con ella y se suponía que yo era la adulta. Se suponía que yo debería tener respuestas o que yo debería saber qué era lo que ella quería oir. Pero la verdad era que, seguramente, yo debía de estar poniendo la misma cara de susto que ella ponía.
-"¿Cómo se llama tu hija?"
Bueno, para esa pregunta sí tenía respuesta.
-"María"
-"Tengo una amiga que se llama así..."
Descubrí que hablar con ella era una forma de suavizar su carita de susto. Así que seguí.
-"¿Tienes hermanos?"
-"Sí, dos... y tú ¿tienes más niños que María?"
-"No"
-"Vaya..."
Del tono de voz no pude discernir si le parecía bien o mal. Seguramente no le importaba mucho, pero creo que ella también se había dado cuenta de que hablar era bueno para quitarnos el susto de la cara. Aunque yo no pudiera regalarle la vista con unos preciosos ojos de color violeta.
No sabía muy bien cuál era su situación. A mí me dolía cada vez más la pierna.
-"¿Sabes? Si ahora estuviera aquí mi mamá, le daría un beso muy grande y le diría todo lo que la quiero... aunque ayer me porté mal... le desobedecí y compré las chuches aunque me dijo que no..."
-"No te preocupes..."- tuve que sonreír ante la cara de culpable que puso -"...ella seguro que lo sabe. Sabe que comiste las chuches y, sobre todo, sabe que la quieres... Yo también quiero a María y también sé cuando me desobedece..."
-"Tengo sueño... se me cierran los ojos..."
-"No es buena idea, debemos estar despiertas... ¿sabes alguna canción? ¿quieres que cantemos? ¿te gusta cantar?"
-"Sí..."
Nunca creí que fuera a bendecir al triunfito de turno. Empezó a cantar una de esas tontas canciones que le ruego a María que no cante cuando yo estoy delante. Pero en aquel momento me pareció maravillosa porque consiguió que no cerrara sus ojos de color violeta. La cantaba con toda su letra, con todas sus notas y con toda su alma... si me descuido hasta se hacía los coros a sí misma...
Entonces reuní el valor para echar un vistazo. Mi pierna derecha estaba atrapada en un amasijo de hierros que habían conseguido fabricarme una especie de media metálica. Pero en el cuerpo de la pobre niña no podía distinguir nada a partir de la cintura... su cuerpo se perdía en una espiral roja y puntiaguda... ¡Santo Dios! ¿Es que todavía iban a tardar mucho más en venir a rescatarnos?
9 comentarios:
¡Qué susto, Glo!
Menos mal que he visto que estás mintiendo. :)
Por si acaso, un besazo de cura-sana, corazón.
Aysssshssss...
Y yo pensando si había wifi gratuito en el hospital... :-P
La niña tendría que haberse llamado Omayra, pero el relato me salió de un tirón y con otro nombre.
Llevó 15 días acordándome de Omayra. Ya han pasado casi 22 años, pero los ojos de esa niña, hablando a la cámara de televisión, siguen mirándome a veces.
Tu minirelato me ha acabado de espabilar y aun no he tomado el primer sorbo del café.
Lo de la niña esa fue muy fuerte. Ahí estaba, rodeada de fotógrafos, y no veías por ningún lado a nadie achicando agua o tratando de sacar lo que la aprisionaba o algo por el estilo. Era desesperante.
ME has dejado... espantada. Muy buen relato, para ser lo primero que me he leído de tu blog.
Lo bueno de llevar retraso en leer tu blog es que sabes que hay más entradas después de ésta, jeje.
Si es que eres una panic-maker ;-)
¿Yo? Una pija aficionada al lado de cualquier telediario :-/
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