lunes, 20 de agosto de 2007

Se acerca el otoño


Tengo que reconocer que vacilé. Hacía tiempo que no visitaba el cementerio y al llegar a la puerta me quedé como dudando. Me parecía que iba a cruzar la línea de lo irreversible, que si entraba pasaba a aceptar lo que había ocurrido y que ya no me quedaba la más mínima posibilidad de engañarme a mí misma y hacer como si no hubieras muerto. Y no sabía si estaba dispuesta a admitir lo que había pasado. Entiéndeme. Ni el sitio me parecía desagradable -de hecho era como un jardín, tranquilo y bastante bien cuidado, por lo menos por la parte más antigua- ni el ambiente era tétrico. No, el día invitaba a pasear y el sitio invitaba a hacerlo tranquilamente y sin prisas, idóneo para reflexionar y pararse a pensar en emociones que normalmente solemos esquivar, por incómodas.

No, no quería pasar porque pasar significaba reconocer de forma inexorable que estabas muerta y que no volvería a verte. Y había muchas cosas que aún quería haber hablado contigo y muchas risas que aún teníamos que haber compartido. Teníamos que habernos gritado al menos un par de veces más. Y quedaba pendiente una cena y la celebración posterior. Si cruzaba aquella puerta y entraba, reconocía que eso nunca iba a pasar ya. ¡Si seré idiota! ¿Qué tonterías... ? Entré.

Entré y empecé a buscar referencias a lo largo de la avenida principal, orientándome. Primero crucé la zona antigua, con los jardines, las tumbas y algún que otro mausoleo. No puedo evitar considerarlos un despilfarro, tanto de dinero como de falso boato. Siempre me han parecido un monumento al autobombo, más allá de una existencia tal vez igual de hueca. Y, sin embargo, me gusta ver la pequeñas tumbas con epitafios más o menos afortunados, ripios más o menos manidos, sentimientos mejor o peor expresados; pero me parecen de una medida humana, contando historias cotidianas y pequeñas.

A medida que avanzaba por la avenida principal y me iba adentrando en la zona nueva, desparecían las pequeñas tumbas, los árboles, las flores y aparecían los bloques de nichos. Qué metáfora tan absurda, qué imagen, el cementerio ilustrando cómo ha cambiado nuestra vida, nuestra forma de vida, también fuera de él. Nichos de cemento, poco adornados, funcionales y con flores artificiales. Visitas que deben hacerse en escaleras o ascensores, invitando a las prisas y a acabar pronto con el arreglo, si es que alguien encuentra tiempo para hacerlo. Si es que alguien encuentra sentido en hacerlo.

No me perdí. Me habían dado unas buenas indicaciones y llegué sin problemas al sitio en el que te habían enterrado. Se había levantado una brisa algo más fresca de lo que cabía esperar para la fecha, pero este verano tampoco ha sido muy cálido. Quizás nos iba preparando para esto. Me sorprendí con los ojos cerrados, oliendo la brisa y dejando que me resbalara por la cara. Posiblemente, quería sentir, quería notar en la piel la brisa, el sol y saber que yo estaba viva. Y cuando por fin abrí los ojos y me decidí a mirar a tu tumba y me obligué a leer, para convencerme de que estaba allí, de que estabas allí... de alguna forma mi cinismo me protegió, no me dejó dar rienda suelta a lo que pensaba de verdad. Mascullé un "Estarás contenta, lo has conseguido, ya no tendrás que comer nunca más..."

Me di la vuelta, no sé si salí corriendo. Creo que uno de estos días te podré llorar tranquilamente, cuando se me haya pasado el enfado. Cuando luzcas para siempre una talla 34.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante.
Pasaba por aquí por casualidad.

Marta

PepeDante dijo...

Vuelvo por aquí y lo primero que te leo me produce cierto escalofrío. Ya echaba de menos leer algo así :-)

Anónimo dijo...

Es duro, muy duro. Yo le solía visitar una vez al año porque me daba la sensación de que cada vez que iba, me enfrentaba a la realidad, y es cierto, pero le llevas dentro, como siempre, como antes.
Me alegra haber leído esto. También pasaba por casualidad.
Un beso grande.

Anónimo dijo...

Pues tenía un comentario puesto aquí que se ha debido perder en este universo de unos y ceros... :S

Te decía, más o menos, que a mí me gustan mucho los cementerios (cuanto más antiguos, mejor) y que me gusta ese pequeño estudio en el que comparas la estética de los camposantos decimonónicos con los actuales, auténticas colmenas de muertos humanos, haciendo referencia a nuestros modos de vida actuales en comparación con los anteriores.

Me ha gustado mucho.

Un besote. Cal.

Don Peperomio dijo...

En Málaga hay uno cuyo suelo está adoquinado con restos de las lápidas donadas por los familiares que decidieron quemar los restos de los finados...