miércoles, 12 de septiembre de 2007

Tantear


Cuando era pequeña a veces, como en un juego macabro, se me daba por simular que era ciega. Por ejemplo, subiendo las escaleras... si era de día cerraba los ojos, si era de noche no encendía la luz.. el caso era intentar resolver en la oscuridad dónde estaba el siguiente escalón, cómo llegar al siguiente rellano y reorientarme: extendía la mano, tanteaba los escalones con el pie, contaba los escalones, los pisos... si me perdía en la cuenta me concentraba en los olores, confiando en saber identificar un rastro de colonia, o el olor de la cocina y distinguir así entre mis vecinos. O atendía a los ruidos, a las conversaciones y hasta a los silencios.

También deambulaba a oscuras por casa, memorizando la posición de los muebles, intentando moverme sin tropezar en el pasillo o en mi cuarto... Con el tiempo, todo esto me ha llevado a la extraña costumbre de intentar entrar en los sitios a oscuras, orientándome mediante una mano torpe que da manotazos en la pared, buscando un interruptor; a tientas, buscando la seguridad de esa llave de luz, pero saboreando el hecho de estar en medio de la oscuridad sin tropezar -incluyendo un miedo visceral y bastante infantil a que el interruptor esté junto a un enchufe y que me pueda entrar un calambre al tantear.

De alguna forma, estoy en un momento de mi vida que me recuerda ese tantear con el pie por la escaleras, ese tantear por entre los muebles de mi habitación. Estoy como metida en un pasillo a oscuras y dando manotazos, buscando a tientas el interruptor; sin mucha prisa tampoco, porque no me encuentro mal allí, jugando a no tropezar y a no perder el norte. Pero, claro, un día de estos tendré que encender la luz.

Me dices que escriba, me lo has dicho varias veces, y te he contestado que no tengo ganas de escribir estos días. Puede ser que por estar jugando en el pasillo, dando manotazos mientras me oriento. Tengo las ideas revueltas y, ya sabes, si queda escrito, escrito queda. Y me pasan ideas raras por la cabeza y acabaré renegando de alguna. Seguiré tanteando, jugando a mi macabro juego, pero encontraré el interruptor.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tambien "jugaba" a "ver" la vida como si fuera ciego. Eso y hacernos el muerto, creo que todos lo hemos hecho de pequeño.

Anónimo dijo...

Pienso que eso es de las peores cosas que se le pueden hacer a una persona "viva". Es decir, cuando eres ciego te quitan todo. No creo que pudiera aguantarlo.

Por ejemplo, el otro dia me encontre con un ciego, me chocó con el bastón en la pierna y encima me pidió Perdón casi de rodillas. Me dio una lástima increíble. No tiene la culpa, luego estuve todo el día dándole vueltas a ese tema... es muy triste.

Anónimo dijo...

Seguro. Encontrarás el interruptor, la manera de orientarte. Seguro. Sólo dale tiempo al tiempo.

Por cierto, entre tanta oscuridad ¿te llegan mis abrazos? ;)

Ppgol dijo...

Yo también hacia eso de pequeño, podía recorrer toda mi casa completamente a oscuras. Cuando te levantas por la noche para beber algo de agua y/o ir al WC, la luz molesta una barbaridad. O si vuelves de marcha a horas intempestivas, pues no enciendes las luces para no molestar. Hasta que una fría noche de invierno, llego a casa, abro con sigilo la puerta y no enciendo la luz. El camino es sencillo; tres pasos adelante y giro a la derecha, llego al pasillo y ahi son 10 pasos hasta mi habitacion... 1, 2 , 3, 4 y me metieron una estufa de butano en el 5ª, con lo que el hos***n fue de escandalo, se enteraron hasta los vecinos de 2 pisos abajo. Desde entonces, se me pasaron las ganas de tantear el terreno.