jueves, 19 de octubre de 2006

Venus


Ayer vi por la televisión a una mujer que me tiene fascinada, y de la que estoy enamorada desde pequeñaja; no sé que sarao han montado en Londres, pero allí estaba, tan espléndida como siempre. Al verla, además, recordé una de las mayores locurillas de mi vida: ella estaba pasando una temporada en España y se me acababa el tiempo para verla en persona... y no sé muy bien cómo, pero de buenas a primeras me vi pillando un autobús en Valencia a las 12 de la noche, aterrizando en Madrid 6 horas más tarde y pasando frío y sueño y haciendo cola 5 horas delante del Museo del Prado. Pero mereció la pena. Aunque no se diera la vuelta para saludar...

Ya dije en alguna entrada que mi abuelo era pintor. Velázquez y Sorolla eran sus ídolos. Si hay algo que aún hoy me sorprende es que nunca tuviera problemas en que yo cogiera sus libros de pintura y los hojeara... nunca me dijo aquello de "¡Cuidado, niña!... que se rompe". Así que, ahí me tenéis con 5 añitos jugando entre láminas de Velázquez y de Sorolla como telón de fondo para dos figuritas de cerámica que eran "mis muñecas" (y lo sorprendente es que libros y figurillas resistieron todos esos juegos). Con el tiempo, empecé a pasar de las figurillas y empecé a mirar mejor los libros.

La galería de retratos de Velázquez me fascinó. No sé por qué, pero el primer cuadro que me hizo gracia fue "Vieja friendo huevos". Bueno, sí sé por qué me hizo gracia: no usaba una sartén como mi madre, usaba una vasija de barro. Y aquí una, nacidita en el boom del acero inoxidable, no podía creer que aquello no estallara. Pero, claro, para esta niña lo que comenzó a ser irresistible era toda la galería de bufones, enanos y freaks que este buen hombre pintó.

Y me la encontré a ella. Una señora espléndida, desnuda, ahí, sin ninguna vergüenza, y, para colmo de males, contemplándose en un espejo. Vamos, una señora que se estrellaba contra todos los preceptos sociales que entre el cole y el catecismo intentaban incrustarme en la cabeza, a saber, las mujeres decorosas no andan por ahí desnudas; y, mucho menos, se regodean en su desnudez. Y, vamos, de gustarse ¡ni hablamos!... que eso ya es para anatemizar.

Porque la señora está espléndida, la señora está desnuda, la señora se está mirando y la señora se está gustando.

Con los años aprendí a mirar el cuadro. Desde el sentimiento de culpa de las primeras veces (si es que ¡tiene que ser pecado mirarla!) pasando por las miradas en diagonal -para escapar del sentimiento de culpa, como quien no quiere darle importancia- años después, hasta atreverme a contemplarla de frente con los ojos y con la cabeza. Ese culo tan rotundo, esa curva en la espalda y los hombros relajados, ese ser consciente del propio poder de atracción y sentirse a gusto con él. La falta de elementos masculinos en el cuadro... (he oído a veces a "entendidos" decir que se mira después de hacer el amor. En fin, si así se sienten más satisfechos y les sirve de consuelo... )

No me gusta mucho opinar sobre machismo y feminismo. Yo sigo diciendo que me limito a vivir y prefiero no hablar sobre lo que hay que vivir. Vale, sí, todos hacemos chistes de vez en cuando y a veces es imposible resistirse a hacer un comentario irónico. Pero, repito, soy de la humilde opinión de que no hay que hablar, hay que vivir; por eso me suele costar dar opiniones sobre cosas las cosas que me importan y a las que creo que contesto mejor al vivir cada día, de acuerdo a mis ideas y sin dejar que me las chafen.

Aprender a mirar a Venus mientras se ella se contempla tan descaradamente, sin visos de vergüenzas mojigatas, sabiéndose bella sin pedir disculpas por ello... pero sobre todo, sabiendo que es una mujer y estando contenta y satisfecha de serlo. Seguramente me ha ayudado a intentar ser la persona que me gustaría llegar a ser. Mientras tanto, se intenta. Intento mirarme en ese espejo de cada día, descaradamente, sin vergüenzas, felicitándome cuando lo hago bien y admitiendo los errores cuando lo hago mal. Y, por encima de todo, estando satisfecha de ser una mujer.

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