viernes, 2 de febrero de 2007

Un muro de metacrilato


Empezaba a resultar ridículo. Habíamos quedado para hablar en una cafetería cerca del centro. Nunca había estado allí antes pero me gustó el ambiente, cálido, casi familiar. Aún así, no había conseguido estar cómoda. Sentía algo parecido a llevar puesta una bufanda, pero por dentro de la garganta.

Hacía tiempo que la taza de la infusión estaba vacía y en un vaso largo un par de cubitos de hielo se deshacían en unos restos de tónica. Consiguieron darme envidia: yo intentaba, o por lo menos esperaba, que ocurriera eso entre nosotros. Llevábamos media hora callados, o diciendo tonterías, que es otra forma de estar callado. Comencé a desconectar y a prestar más atención a lo que ocurría en la calle - la ventana estaba a mi derecha - que a lo que no ocurría en la cafetería. No había mucho tráfico y tampoco se veía a mucha gente caminando. Una tarde de domingo tranquila, una tarde de domingo de una pequeña ciudad.

Al fin, aparté la vista de la calle y reuní valor para volver a mirarle a los ojos. Buscaba una frase, tenía que encontrar esa frase, pero no era capaz de expresar lo que quería con pocas palabras. Porque quería ser clara, pero sobre todo, breve.

-"¿Te quiero?"

Lamenté haber sido tan breve. Además, salí de allí sin esperar una contestación.

4 comentarios:

Bridget dijo...

Frases como esas se dicen sin esperar contestación porque la contestación puede no ser sincera en pos de la reciprocidad. Me gusta el final, creo que la próxima vez que quiera decirlo haré lo mismo.

Mars Attacks dijo...

Un relato impecable.

Catuxa dijo...

Qué penita... Seguro que hubiera sido más fácil preguntarle "¿Aún me quieres?"...

servidora dijo...

Lo malo es que igual no era la pregunta correcta...