jueves, 29 de noviembre de 2007

La soledad era esto (Juanjo Millás)


Soy una mujer a punto de cumplir cuarenta y tres años y no sé cómo acabará esta entrada ni el hilo de mis razonamientos. Los noto demasiado próximos a la paradoja, aunque puede que esté exagerando y sólo sea un guiño tonto, una sucesión de casualidades, si acaso, algo graciosa. Pero no puedo dejar de contaros esta historia.

Tengo una pasión, los libros. Y una debilidad, Juan José Millás. Una tarde de sábado me fuí con mi hija a la feria del libro de ocasión. Como me conozco me pongo límites: no más de treinta euros en total, no más de seis euros por libro.

Siempre hago lo mismo: comienzo a escrutar sistemáticamente los puestos, anotando qué tengo, qué no tengo, qué no tendré nunca, qué tendría que tener, qué quiero para mí, qué quiero para los demás... Tenía que ocurrir todo en el último puesto, claro: si no, no tendría gracia. Había comprado tres libros y aún había algo de margen. Empecé a repasar los de aquel puesto y lo vi: "La soledad era esto". No lo tenía. Un libro de Juanjo Millás que no tenía. Lo abrí: una primera edición, de bolsillo, y vi que estaba firmado y me empezó a temblar la mano. Pero me fijé en el precio, doce euros. Lo miré, lo toqué, lo remiré, lo toqueteé... pero doce euros. No sé cuánto tiempo estuve echando cálculos, pero fue mucho y... lo dejé, me pareció mucho dinero y que me trastocaría el presupuesto de la semana. Seguí mirando libros, pero cada medio minuto volvía la cabeza hacia donde lo había dejado, como si tuviera miedo de que desapareciera de allí. ¡Qué cosas! Fue encontrar un libro de William Boyd -otro de mis vicios- en el mismo puesto y decidirme: lo tomé como una señal. En fin, qué tontería, supongo que no fue más que la certeza de que no iba a encontrar otro libro que me hiciera más ilusión que ese. Lo compré, aunque creo que era mío desde que lo vi.

Empecé a leerlo allí mismo, en la plaza. Mi hija y yo, cada una con su libro, esperando a que apareciera su padre. Y allí mismo me topé con la historia de una mujer de cuarenta y tres años que acababa de depilarse la pierna derecha cuando recibió la noticia de que su madre había muerto; y que tardó mucho mucho tiempo antes de depilarse la pierna izquierda. Tanto tiempo, que encontró antes los diarios de su madre muerta, seis cuadernillos, el primero de los cuales comenzaba así:

"Comienzo estas páginas que ignoro cómo llamaré o adónde me conducirán poco antes de cumplir cuarenta y tres años. Me repongo estos días de una bronquitis de la que he salido algo tocada y cuyas consecuencias, según me temo, no han dejado de suceder. "

Y, entonces, me di cuenta de que yo también estaba a punto de cumplir cuarenta y tres años, y de que su hija tenía cuarenta y tres años cuando encontró las historias que comenzaban cuando ella estaba a punto de cumplir cuarenta y tres años... ¿quién habría podido comprar ese libro si yo lo hubiera dejado? ¿sería otra persona a punto de cumplir cuarenta y tres años? ¿podría tener otra edad?

Tengo un amigo algo escéptico, que se rió cuando le conté eso; hasta insinuó que la firma de Millás podría ser falsa, lo que es otra forma de insinuar que podría ser verdadera. Yo también me reí. A ver ¿y qué me importaba? A esas alturas la anécdota de la compra sólo me parecía una historieta no muy graciosa. Yo estaba embobada con la metamorfosis de una mujer de cuarenta y tres años que, al descubrir los diarios de su madre, cae del limbo y se hace daño. Pero reacciona:

"Comienzo estas páginas que ignoro cómo llamaré o adónde me conducirán a los cuarenta y tres años, es decir, un poco más allá del punto medio de lo que se podría considerar una vida muy larga.

Diversos acontecimientos personales de complicada pormenorización me han situado en los últimos tiempos frente a la posibilidad de controlar activamente mi existencia. Me encuentro en el principio de algo que no sé definir, pero que se resume en la impresión de haber tomado las riendas de mi vida."

Imposible no meterme en una narración con tantos guiños, imposible no implicarme en una historia con tantos escenarios familiares... Demasiadas cosas que suenan demasiado parecido a lo vivido, demasiadas casualidades como para no tenerlas en cuenta, como para no tomarlas en serio. Como para no disfrutarlas. Como para no comparar su vida y la mía y como para no sacar provecho, aún sabiendo que su vida es inventada ¿y la mía? ¿Cuál es más real? ¿la que escribo yo o la que escribe Millás? ¿De verdad mi vida es más real que la que inventan para ella? Y si ella no es real y yo sí ¿por qué diablos piensa ella mis pensamientos?

"Bueno, pues la soledad era esto: encontrarte de súbito en el mundo como si acabaras de llegar de otro planeta del que no sabes por qué has sido expulsada. Te han dejado traerte un par de objetos que tienes que llevar a cuestas, como una maldición, hasta que encuentres un lugar en el que recomponer tu vida a partir de esos objetos y de la confusa memoria del mundo del que procedes."



Estoy a punto de cumplir cuarenta y tres años y no sé adónde llegaré, pero estoy segura de que disfrutaré del camino. Y de cada parada.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

No es el 43 un numero especial de esos que los multiplicas por la distancia al sol lo divides por el ancho del canal de Panamá y te da un numero primo que si lo elevas al cubo es par y negativo ?

Mejor no meterse con esos numeros. Cumple 44 !

servidora dijo...

¡Anda, cuánto bueno, Maléfico por aquí! :-D

Investigaré, investigaré, pero por ahora sólo me llama la atención el que sea primo :-) Y no tenga usted prisa, los 44 llegarán. Y los 45, y los 46, y los 47.. ¡no tengo intención de privarme de ninguno! ;-)

Un beso para Juanito... dile que le estamos esperando :-)

Anónimo dijo...

Ya ves, en los primos nunca se puede confiar. Hablando de primos, ahi subi la segunda parte que debía :)

Juanito te envía cariñosos picotazos.

servidora dijo...

Y, bueno, si nos ponemos trascendentales los primos son los constructores de los naturales. Pero también hay un refrán, aquí en España, que dice "Cuanto más primo, más me arrimo..." ;-)

Después de la cena me voy para allá, a leer esa segunda parte, que seguro que es buena.

Ahora el saludín para Feifi, pero no la asustes, eh ;-)

Iván dijo...

Es increíble como a veces en la vida de pronto tienes la oportunidad de redescubrir a una persona que ya conocías. Como la que hasta ahora era una genial profesora de programación (y lo bueno es que a estas alturas queda claro que no es peloteo) se convierte además en un persona con unas historias tan agradables de leer y disfrutar. Yo aun diría más, una persona que ha despertado en mi la curiosidad por Juan José Millas (creo que es un poco pronto para llamarle Juanjo...).

Un saludo.

P.D: Claro que te reconocí, los emoticonos te delatan ;-)

servidora dijo...

Tú pelotillea, que es gratis ;-) y... ¡nunca se sabe! :-D
Tonterías aparte, gracias :-)

Mars Attacks dijo...

Si es demasiado pronto para llamarlo Juanjo, llámalo Sé.

Catuxa dijo...

Buenísimo.

servidora dijo...

Cuanto tiempo, Catuxa :-) pasa y no te quedes en la puerta, anda...

Y, Marte, en Portugal no estaría tan mal visto lo que propones, pero sería "Zé" :-)