Al bajar del coche la imagen ya atrapaba. No sabía para cuál de los dos espectáculos mirar: a la derecha, el brillo del sol en el mar era como un campo de diamantes; el viento rizaba la superficie... creo que en la descripción podría usar correctamente la palabra titilar, pero si cierro los ojos y lo recuerdo tal y como lo vi y lo sentí, también creo que había algo más en aquel brillo, porque era como si realmente hubiéramos encontrado un tesoro y lo tuviéramos desplegado allí mismo, allí delante, al alcance de la mano. Y, al mismo tiempo, como si la urgencia de tocarlo se viera satisfecha simplemente con contemplarlo, sabiendo que ese era el auténtico tesoro.
A la izquierda el color turquesa se veía enmarcado de un azul tan profundo en la línea del horizonte que casi se podía sentir como en relieve, como si lo estuviera conteniendo en un marco para poder mostrar todo aquello sin que se escapara, para ponerlo a nuestra disposición.
Y tanto a la derecha como a la izquierda el cielo azul y la redondez de unas nubes que, por abajo, parecían haber perdido pie... o estar apoyadas en un plano transparente desde el que poder contemplar nuestra expresión extraviada, perdidos cada uno en su imagen, disfrutando juntos de nuestras propias ensoñaciones. Disfrutando juntos de la redondez de aquel horizonte, la que se veía y la que se intuía.
Cuando bajamos a la orilla esperaba un nuevo milagro. Un espigón enmarcado de turquesa y azul profundo, dorado al sol y dibujado por las sombras, resaltando el ángulo de una esquina que parecía acunar parte del sueño, del sueño físico, del sueño soñado, de las ensoñaciones que evocaba...
No, no teníamos un gran angular. Pero si cierro los ojos no veo otra cosa. Y si los abro me sigo preguntando cuántas cosas pasan por detrás de esos ojos. Cuántas cosas vemos igual, cuántas cosas vemos diferentes, qué cosas rondan tu expresión de ausencia, qué cosas se ven en mis ojos cuando yo me pierdo...
Y hoy intuyo que antes de peinar la zona va a ser mejor mirar por dentro...
Qué torpe soy tirando piedras. Pero lo seguiré intentando.
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