Me encanta Mafalda. Creo que sólo hay una cosa en la que no estoy de acuerdo con ella, no entiendo que odie la sopa. Pero, por el resto, de mayor quiero ser como ella. Y en eso, precisamente, reside el encanto del personaje: las frases de Mafalda son demoledoras y el que sea una niña la que las diga, las convierte en algo amable, en chiste, más allá de la dureza de la situación expuesta. Luego, lo piensas y cuesta de creer. Y, desde luego, no puedes imaginarte a una niña de siete años discurriéndolas y exponiéndolas.
Todo esto viene a que ayer fui con María a ver Juno. Antes de ir no sabía si sería buena idea... supongo que quería ver cómo reaccionaba ante la perspectiva del embarazo de alguien poco mayor que ella. Se aburrió un poco. Y, si queréis que os diga la verdad, casi que me alegré (caramba, quiero disfrutar más de su infancia, ¡ya nos saturaremos de hormonas en un par de años!).
Por mi parte, yo me he quedado con la impresión de que es una película demasiado amable. Salvo que en Estados Unidos los papis sean muy guais y muy civilizados. No se me entienda mal: me ha gustado. Mucho, además. Había diálogos que me han arrancado carcajadas inesperadas, de algún sitio de mi cabeza que hacía tiempo que no se reía. La protagonista es un encanto y me he sorprendido a mí misma diciendo demasiadas veces que, de mayor, querría ser como ella. Como me ocurría con Mafalda. Y con la misma sensación de irrealidad y sabiendo que seguramente era imposible que una niña dijera eso. También hay ternura. Lo siento si soy una mal spoiler, pero me encantó la forma en que Juno se va dando cuenta de que está enamorada.
Pero, claro, hay ramalazos de miel y azúcar que contrastan mucho con mis propias experiencias sobre el tema, que son amargas y que aún consiguen enfadarme, con todos los años que han pasado.
El verano que hubo entre EGB y BUP, mis trece añitos tan soñados por culpa de una tal Esther que empezó a comerse su mundo al cumplirlos, fue un rosario de bodas de vecinas con las que había jugado en la calle el verano anterior. Parecía que cada día, al llegar a casa, mi madre me recibía con el parte de nuevas bodas imprevistas; y a mí me daba rabia, y me dolía, cada nuevo anuncio. Era antinatural, hipócrita, estúpido, rompevidas... como si además de haberla fastidiado, o por ello precisamente, te castigasen toda la vida, te obligasen de repente a convertirte en adulta. Y lo peor es que todo el mundo lo veía justo, era "lo que había que hacer": dejar de estudiar, dejar de crecer, como si la vida pudiera meterse en un microondas para acabar de prepararla, en lugar de dejarla cocerse en su jugo.
Para acabar de romperme el alma, entre esas bodas se coló la de Chus, mi mejor amiga, la compañera de pupitre que tanto me costó encontrar al cambiar de colegio, de Ferrol a Fene. Lo chusco, la gracia, la desgracia, es que Chus se casó porque quiso, no estaba preñada. Pero en una sociedad que ve tan natural que se casen niñas de trece años, ¡qué más da! Creo que nunca lloré tanto como el día que se casó. Me sentía estafada por más de un motivo. Supongo que el principal fue completamente egoísta; quería que Chus siguiera estudiando, seguir compartiendo mi tiempo, mi amistad, con ella, que se viniera conmigo al instituto y no que se metiera en una cocina a pelar patatas. Pero, también, me sentía impotente a la hora de protestar por una sociedad que no se preocupaba de que las niñas se metieran a realizar faenas propias de mujeres adultas. Por no hablar de la rabia y de la bilis que tragaba cada vez que en el supermercado, en la carnicería o en la frutería, tenía que escuchar bienintencionadas conversaciones de santas marujonas que se dedicaban a repasar las últimas novedades del barrio... supongo que siguiendo la máxima de que cuánta más mierda se esparce sobre la vida de los demás, más se disimula el olor de la que se tiene en casa.
De alguna forma, sigo enfadada con la sociedad por ese motivo. Los embarazos entre adolescentes se siguen produciendo y una no sabe qué pensar. Hay varias cosas que me dejan preocupada, y que me dejarían a cuadros si eso le ocurriera a mi hija. La primera duda que me asaltaría es si de verdad había deseado acostarse con alguien o si se había dejado convencer, presionada por vaya a saber usted cuál de todos esos motivos ridículos que son tan importantes durante la adolescencia. Y, por supuesto, el nivel de conocimientos sobre métodos anticonceptivos, en la teoría... y en la práctica. Estoy harta de ver imágenes de esas clases de educación sexual en las que enfundan condones a plátanos o a modelos de penes de resina plastificada. El que no haya tenido problemas para colocar uno la primera vez que lo haya usado, que se vaya a soltar lobos a otro lado. Y si alguien pretende convencerme de que un adolescente hiperhormonado, enfrentado al sexo por primera vez, va a tener el cuajo y la paciencia necesaria para colocarlo bien etc. etc., que lo intente con el de la Bella Durmiente, porque este cuento no me lo trago. Se me ocurren más motivos de preocupación, como que disfrute de esas relaciones, o que dé a esas relaciones la justa importancia que merezca su pareja. O que tenga confianza conmigo para contarme lo que se tercie y también para callarse lo que sea sólo suyo.
Pero creo que el principal motivo de preocupación, aquel en el que acaban desembocando todos, sería dirimir cuál es mi grado de responsabilidad y cuál es el suyo. Dónde acaba mi función como madre, contándole mis experiencias, dándole mi opinión y mis consejos, y dónde empieza su parte de convertirse en adulta y tomar sus propias decisiones. Puede que sea lo que da más miedo en todo este fregado: la decisión es suya, su vida es suya y yo sólo puedo intentar estar ahí, deseándole suerte. Nada más. Y nada menos.
8 comentarios:
Mu fuete comparar Mafalda con Juno. Por dios, que pensaba que sería una película mediocre y me estas dando ganas de verla y todo XD
Es de todo, menos mediocre. Ojo, no es una película-testimonio-de-la-realidad-social-de-la-pobre-preñada-adolescente. En eso es bastante irreal, son todos muy guais y tal y tal...
Pero te juro que me ha gustado y que me he pasado un buen rato :-) Eso sí, ve con ánimo ligero, eh :-)
Ya me has gafao! Ha sido decirte que ya tenía piso y me han mandado un sms para decirme que le iba a dar la habitación a una conocida. Me encanta que la gente se desdiga. Ale pues, como me ponía siempre en las tapas de los yogures, 'Sigue buscando'.
Por cierto que si tu hija tiene una adolescencia normal lo que hará es pasar completamente de todos tus consejos. xDDD Es más, si puede hará justamente lo contrario. xDDDD
¡Haz memoria a ver si me equivoco o no!
¡Vaya! Te juro que te eché el mal de ojo sin querer :-/
No, bromas aparte, lo siento... ¡ánimo! Y pormeto no volver a preguntarte nunca más :-)
Y en cuanto a lo otro, lo sé, lo sé... todos los factores están siendo tenidos en cuenta ;-)
Como padre viudo que se ha "comido" una adolescencia completa, me atrevo a decirte que, mientras mantengas el diálogo con tu hija, no estará nada perdido. Si ella siente que puede contarte cualquier cosa (insisto, cualquiera) y que no la juzgarás, te seguirá contando todo lo importante. Eso sí, ahora que estás a tiempo, tal vez debas reflexionar sobre los temas que te inquieta hablar con ella, para clarificarte tú misma.
Vaya, Pep, ya me has hecho pensar :-) No tengo una lista clara de temas, la verdad. Tampoco sé si tendría que montármela de aquí a los dos o tres añitos que me quedan antes de que empiece el desmadre hormonal...
Por ahora, intento funcionar bajo demanda, contestando honestamente a lo que me pregunta y sin cortarle a la hora de preguntar. Pero le dejo a ella marcar el ritmo. Quizá esto de ir a ver Juno fue la primera cosa que hice con ella que fue una completa iniciativa mía. Igual por eso se aburrió un pelín, realmente no era algo que a ella le inquietara por el momento.
Puede ser un pasado (o un presente) revolucionario, el uso de drogas recreativas o conflictos con la propia educación que recibiste. Como ves, la lista no se reduce a temas afectivo-sexuales. En mi caso, me sorprendí al comprobar que mi relación con "el más allá" (soy ateo 100%), era más ambigua de lo que suponía (la educación católica, por dioss).
Sólo por fastidiar :-), mi padre era profesor de instituto y eso me ha costado años de psicoanálisis.
Bueno, cuando hablaba de "desmadre hormonal" no lo hacía sólo pensando en el sexo :-) Si no recuerdo mal, ese "desmadre" afectaba a varias cuerdas en mi vida, desde ir a manis hasta reivindicar el poder ver ciertas películas, pasando por la eterna pelea del llegar más tarde a casa, y sin olvidar a los chicos, claro...
Siempre cuestioné a mis profes, y tuve varias broncas con mi madre por ponerse del "lado de ellos" y no del mío :-)... y podría seguir pero no sé si tiene mucho sentido. Seguro que ella tiene sus propias broncas conmigo cuando llegue el momento ¡¡o eso espero!!
No quiero tener respuesta para todo y preverlo todo. La verdad es que el otro día me quedé pensando después de tu comentario. No me da miedo (bueno, sí, pero sólo el necesario :-)), pero quiero hacerlo lo mejor que pueda... Y eso da canguelillo :-)
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